El imperio Incaico, sin lugar a dudas el más poderoso de la historia de América y uno de los más sólidos y longevos del mundo, hundía sus raíces en la firme creencia de que el Inca reinante descendía directamente del Sol. Su sangre era divina y pura gracias a la unión entre hermaos de padre y madre, los únicos que podían engendrar a un nuevo emperador.