Como consecuencia de la simultánea invasión de Polonia por parte de alemanes y soviéticos en 1939, el ejército rojo internó en campos de la URSS a una enorme cantidad de soldados polacos: en 1941 superaban los quince mil, más de la mitad de ellos oficiales y suboficiales. Ese mismo año, la Unión Soviética declaró la guerra a Hitler y firmó con Polonia un pacto por el que se comprometía a liberar a esos prisioneros. De los miles de polacos presos, sin embargo, sólo cuatrocientos fueron efectivamente puestos en libertad.