Podría pensarse que ya se ha escrito bastante sobre la historia del cristianismo naciente. Sin embargo, cuando se relatan de nuevo las vicisitudes de figuras como Pablo, Santiago el hermano de Señor, Felipe, Pedro, el grupo de los helenistas o las primeras comunidades que vivieron en las grandes ciudades de Antioquía, Roma, Éfeso o Filipos, es preciso repensar no pocas de las seguridades que se habían alcanzado.