En este libro el lector podrá encontrar muchas de las razones de cómo Roma formó un imperio razonablemente unido y bien gobernado, sobre una base que repelía toda unidad. Bajo la autoridad de los emperadores se extendían enormes superficies en las que habitaban gentes de lenguas, razas, religión, y tradiciones culturales tan dispares que cualquier unidad podría parecer como un sueño irrealizable. Sin embargo Roma consiguió bastante de ese sueño gracias a abundantes dosis de flexibilidad y sentido común.