El desconcierto de la educación no es un libro de recetas, pero la compresión del desconcierto puede favorecer una suerte de conciencia personal que permita respuestas prácticas. Estamos, en definitiva, ante un libro útil.
Salvador Cardús no comparte en absoluto los criterios morales catastrofistas con que muchos juzgan los problemas actuales de la educación: que los padres no quieren educar, que los jóvenes pasan de todo, que los maestros han perdido la vocación, que vamos a la deriva por una profunda crisis de valores...