No hay precedentes en la historia de la democracia de una situación tan extraña como la vivida en España entre el 11 y 14 de marzo. La democracia no es el sistema por el que se elige a los mejores. Tal planteamiento carece de sentido, pues quienes, entre nosotros, se tuvieran por tales, serían, desde luego, los peores. Tampoco las urnas dictaminan la verdad o aseguran el acierto.