Cuando Alfred es nombrado embajador en París, su mujer, Fanny, se convertirá en la encargada de manejar los asuntos cotidianos de la embajada. De repente se verá alternando con la aristocracia y lo más granado de la sociedad parisina, dando cócteles y cenas, y contemplando asombrada como cada nimio detalle de su vida es aireado en los periódicos.