El tren de la muerte fue la primera gran matanza pública de civiles de nuestra guerra. El 12 de agosto de 1936 un tren procedente de Jaén era inmovilizado por grupos de milicianos en un apeadero cercano a Vallecas. Sus pasajeros, más de doscientos hombres y una mujer, detenidos en la provincia andaluza por su filiación política de derechas o su catolicismo, ya que el principal de ellos era el obispo de Jaén, estaban siendo conducidos a la cárcel de Alcalá de Henares. Ante la presión de los milicianos, el gobierno accedió a que los presos fueran fusilados.