Con este viaje al pasado, Mark Twain no pretende hacer alardes científicos, «la transposición de épocas y cuerpos», es solo un pretexto para escribir un relato humorístico, empapado, como es habitual en él, de sátira social y política. Las instituciones monárquicas, eclésiásticas y caballerescas reciben un buen repaso; y los personajes, un tanto grotesctos y caricaturizados, a la vez que nos divierten, nos sitúan frente a la desconfianza del autor ante ciertos valores morales tenidos entonces por inamovibles.