Cuando se presenta históricamente el sexenio revolucionario parece inevitable que se deba caer en lugares comunes que apologistas y detractores de la «Gloriosa» repiten hasta la saciedad. Huyendo del maniqueísmo, porque es una actitud antihistórica, hay que reconocer que la revolución de 1868 provocó un desorden e inestabilidad políticos sin precedentes porque se probaron todas las experiencias posibles.