En 1441, el pintor Van Eyck, inquieto por una serie de asesinatos cuyas víctimas están siempre relacionadas con el mundo del arte, revela a su hijo una técnica que revolucionará la pintura. El autor acierta con maestría a conciliar la intriga que representa la sucesión de crímenes con una descripción pausada y brillante de las obras de diversos artistas del Renacimiento italiano, aparte de las del propio Van Eyck.