Liberado de la tiranía, Iraq cae rápidamente en la violencia. Tras una seguridad basada en la represión, viene una total y completa inseguridad, una anarquía desbocada de un terrorismo ciego con bárbaros asesinatos y atentados. Entre los iraquíes, los cristianos viven un auténtico drama. Acusados por los más extremistas de estar al servicio de los americanos, la mayoría se enfrentan a la muerte, el destierro o al atemorizado silencio o anonimato.