Hace muchos, muchos años hubo un rey pequeño y regordete, cuyo reino se extendía por todos lados hasta donde alcanzaba su vista. Era muy sabio, y sus súbditos vivían todos muy felices. Su esposa, la reina, era una gran cocinera, y cada día preparaba un rico pastel de crema de pepinillos. Pero todo reino tiene sus problemas. El rey tenía una hija muy buena y hermosa, y todos los príncipes de la vecindad querían casarse con ella. No había día en que no acudieran a palacio con flores y regalos para ella.