Friedrich Nietzsche sentó a Pablo de Tarso en el banquillo de los acusados. Veía en él a un impostor movido por un deseo ilimitado de poder y el afán de tiranizar a las masas. Esta imagen ha sido rechazada por filósofos contemporáneos de la talla de Alain Badiou, Giorgio Agamben, Simon Critchley, Jacques Derrida, Julia Kristeva o Slavoj Žižek. Todos ellos consideran a Pablo un pensador que busca la verdad y posee un valor filosófico propio, independientemente de la creencia en Dios.