Cuando el escritor Ferenc Máté llega a la Toscana decide que quiere tener sus propios viñedos y hacer su propio vino. Casado con una pintora y escultora, el matrimonio adquiere un viejo monasterio en ruinas, que ha de servirles de vivienda, y 6.37 hectáreas de terreno donde cultivarán uvas de las mejores variedades. Tres años más tarde las ruinas se han convertido en una vivienda unifamiliar única, rodeada de olivos, y los vinos elaborados en la propiedad alcanzan la más alta consideración nacional e internacional.