Despunta el invierno y en una espléndida casa rural inglesa se celebra una velada al resguardo del frío, entre candelabros, ramilletes de muérdago y buen vino. Es el peor escenario para el infortunio y nadie, ni siquiera la intuitiva aristócrata Vespasia Cumming-Gould, podría haber previsto una tragedia que sume en brumas el ambiente festivo.