"Y allí me dejó solo, entre el cielo y la tierra, con la conciencia tranquila de que no podía estar dándole vueltas al jardín eternamente, de que en uno u otro momento tendría que apearme, es más, con la convicción absoluta de que en el momento en que lo intentara me iría al suelo".
Miguel Delibes, MI QUERIDA BICICLETA.