Enero de 2024, 16:30

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Madrid

Abril, 2014

Verde agua

Madieri, Marisa

Obra redactada a modo de diario, cuyas anotaciones comienzan en noviembre de 1981 y finalizan en el mismo mes de 1984. En ellas la autora (1938-1996) evoca sus años de infancia y adolescencia. Nacida en Fiume, esta ciudad dejó de ser italiana al final de la segunda guerra mundial para caer dentro de territorio yugoslavo. A consecuencia de esto, su familia emigró a Trieste, donde pasó largos años de penurias en un albergue para refugiados.

Comentarios

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La importancia de releer.  Hay libros que uno no se plantearía volver a leer por ningún motivo. Hay otros que piden relectura, y es muy claro, la primera vez el lector está más pendiente de qué es lo que pasa que de la literatura. El libro de Madieri es indudable que se lee como memorias de unos acontecimientos, si bien la autora te aparta de esa tendencia inicial al mezclar sus días presentes. Por eso en una segunda lectura es más fácil entrever la calidad interior de la autora, que se vislumbra en el modo de vivir el pasado y el presente, más si pensamos en que ella podría saber algo de su enfermedad. Pero cuando se lee una tercera vez es más fácil recalar en la belleza de la escritura, que resulta poética en muchas páginas verdaderamente memorables. La descripción de la biblioteca de su padre, fruto de numerosas adquisiciones y de no menos cuantiosos préstamos no devueltos, está llena de un humor crítico, sin maldad, que está presente en otras muchas páginas. Es un libro publicado no hace muchos años y que ya se considera un clásico, o sea uno de esos libros que siempre estarán en las librerías y, sin duda, en las bibliotecas.

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“Verde agua” pertenece al género de literatura de Memorias: hojas sueltas del diario de su autora en los que recoge los recuerdos de “una adolescencia pobre e introvertida” intercalados con reflexiones sobre el presente. Se trata de una técnica psicológica inconsciente dirigida a expulsar el dolor del pasado y retener la dicha del día de hoy. Marisa Madieri había sido operada de un cáncer a los cuarenta años; cuando se divisa la línea final de la vida se tiende instintivamente a volver hacia atrás con el recuerdo. La línea argumental del diario está en el exilio de la familia al final de la segunda guerra mundial. En 1949 se trasladan desde la ciudad de Fiume, incorporada a Yugoslavia, a un centro de refugiados italianos en Trieste. El ambiente es de hacinamiento y suma pobreza, pero Marisa lo sufre sin proferir una queja. El ambiente familiar tampoco es grato: la abuela Quarantotto, una mujer dominante, procura hacer la vida desagradable a todos. Jole, madre de Marisa, vive aprisionada entre el despotismo de su propia madre y la inconsciencia de su esposo Gigio; aun así logrará sacar adelante a sus dos hijas y que realicen estudios universitarios. Jole morirá a los sesenta años, nos cuenta Marisa, en un hospital para enfermos de Alzeimer, con el aspecto de una mujer centenaria. “Se fue –diría su hija- cuanto podíamos empezar a devolverle algo de lo que ella nos había dado”. Gigio la sobrevivió, contrajo nuevas nupcias, inventó para uso doméstico un pasado personal glorioso según el cual habría sido doctor, aunque no terminó los estudios, y coronel, aunque no fue a la guerra, y vivió hasta el final convencido de que algún día sería rico. Todo demasiado obvio, demasiado evidente y demasiado masculino. Marisa no los juzga y en ocasiones se ríe de ellos; su sonrisa tímida se asoma en medio de la narración. La autora invoca a Dios como la Gran Memoria de las cosas que no deben ser olvidadas. Por todo ello pienso que “Verde agua” no es propiamente literatura, por muy hermosamente que esté escrito, sino historia: el testimonio de un lugar de un tiempo y de una vida; un canto a la bondad en medio del dolor de la existencia; una carta dirigida a la Gran Memoria y al lector.

Imagen de Artemi

Hace tiempo que leí el libro, pero me gustó tanto, me entusiasmó de tal manera que lo he vuelto a comprar dos veces después de dejarlo tres (y eso que yo suelo tirar más bien de biblioteca). Ya no lo dejo, claro, pero sí lo recomiendo a todos los que aprecio. Una de las personas a las que dejé el libro (me lo devolvió) me dijo que era lo mejor que había leído en muchísimos años. A mí me sucedía lo mismo. La prosa es un prodigio, y la belleza de la vida de esta señora es espectacular. Sencillez, humanismo, gratitud, alegría, esperanza, sonrisa. Seis palabras que podrían describir el libro. Perdonad que no me explique, pero creo que lo mejor es leerlo.

Imagen de Azafrán

Claudio Magris (Trieste, 1939), en el posfacio incluido en Verde agua, enmarca la obra escrita por su esposa, Marisa Madieri (Fiume, 1938-Trieste 1996), aportando el contexto histórico en el que se desenvolvió la infancia de la autora.
“Al final de la Segunda Guerra Mundial la Yugoslavia de Tito, tras su extraordinaria resistencia partisana, no sólo recuperó tierras étnicamente eslavas incorporadas con anterioridad a Italia, sino que ocupó e hizo también suyas tierras en las que vivían italianos, como Istria y Fiume –actualmente Rijeka, en Croacia-, donde Marisa Madieri nació y vivió, de niña, con su familia.” (Pág. 190)
Marisa Madieri escribió un conjunto de apuntes fechados, a modo de diario. El tema que da sentido al conjunto es la vida misma. Un relato que incorpora pasado y vida presente de la autora y de su familia en un momento muy difícil de la historia del país, y de la propia historia de los emigrantes. Las dificultades, la pobreza y la dureza de la vida de emigrante no dejaron odio, rencor ni egoísmo en esta mujer de sensibilidad exquisita. El relato se entreteje con palabras ajenas, con ideas ajenas, que son los libros que frecuentó durante su vida:
La dama del mar, de Ibsen
El Cantar de los Cantares
La poesía de Gabriel D’Annunzio
Gran Serton: Vereda, de Joäo Guimaräes Rosa
Al faro, de Virginia Wolf
La Gerusalemme liberata, de TorquatoTasso
La Iliada y La Odisea, de homero
Guerra y Paz, de Leon Tolstoi
Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez
Sleepy Hollow, de Washington Irving
Vehículos que piensan de Braintegerg.
Maria Madieri no cita, no comenta. Tan sólo sugiere, alude y permite a la imaginación del lector el viaje personal, la recreación particular. Al concluir la lectura de estas 185 páginas el lector puede dibujar perfectamente, o mejor, reproducir como una fotografía los paisajes en los que María y su familia se desenvolvieron, las casas que habitaron los muebles, los enseres que utilizaron, y por supuesto, los distintos personajes que compusieron su universo familiar y de amistad.
El lector llega a comprender cómo puede afectar la frialdad de un hecho histórico o político a la vida de una niña, y cómo lucha esa niña por superarse y alcanzar la madurez. La forma de reaccionar ante ese dolor y esa injusticia es lo que diferencia al ser humano. La grandeza o la ruindad es el fin de trayecto de los sucesivos ejercicios de libertad personal. No consiste en no ver el dolor, en no padecer el sufrimiento o la miseria. Marisa Madieri describe situaciones muy duras. Pero las describe con el señorío que da el haberlas superado. Un libro que se recrea en descripciones líricas, lleno de contenidos culturales y valores humanos y que propone al lector la consideración de la importancia del ser humano por encima de las condiciones materiales que lo rodean.

Imagen de Rubito

( de Ángel García Prieto ) Verde agua - "que es el color del amor", dice Marisa Madieri - es un libro repleto de vitalismo, serenidad, inteligencia, generosidad, amor, feminidad...adornado además de detalles poéticos que sobresalen entre una prosa sobria y directa. Habla de años inconscientemente felices, de una vida muy dura en un gran edificio de Trieste mal habilitado para refugio de los italianos que prefirieron marcharse de Istria y Fiume a cambiar a la nacionalidad yugoslava; de sus estudios, de su matrimonio y de su dedicación a ayudar a madres para dar un quiebro al aborto, en fin una vida muy serenamente llena, en la que la ni siquiera la anunciada enfermedad mortal, que padecía en esos últimos años, le hace arredrarse ante los estímulos y atractivos de la vida.

Imagen de Rubito

Sucesos trágicos y cómicos vividos por la autora en su infancia, dura, pero de la que ella supo sacar lo mejor de sí misma y que en vez de hundirla o marcarla negativamente respondió con una actitud valiente y generosa ante la vida.
Menciona con frecuencia su pertenencia a una asociación Pro-vida, lo cual me identifica mucho con ella.
Obra que un buen lector no debe pasar sin leer. Seguro que agradecerá este consejo.

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Esta rememoración autobiográfica es a la vez un testimonio histórico y una indagación personal que tiene mucho de balance existencial. Con estilo preciso, matizado, elegante y sobrio, Madieri narra la historia de su vida de modo realista, como una reflexión ponderada que destaca por el clasicismo de su forma literaria y la riqueza humana del contenido. La obra lleva un posfacio de Claudio Magris, viudo de la autora. No defrauda

Imagen de cdl

(Reseña de Marian Vizcaíno): Muy, muy buena. Bien escrita y de una humanidad poco corriente: merece la pena. Si además eres de los asiduos de Magris (el marido de la autora) te emocionarás en muchos pasajes que dejan entrever algunos rasgos del carácter del escritor.