Estamos ante la duodécima novela de Miguel Aranguren, que le ha supuesto siete años de trabajo condensados en 577 páginas.
Según sus propias palabras, esta obra es producto de su imaginación, volcada sobre las primeras páginas de los Evangelios, desde las que construye lo que pudo haber pasado. Los personajes (que no son otros sino los protagonistas de la Historia Sagrada), adquieren características propias que para nada desvirtúan los textos evangélicos, si no, más bien, aportan luces al lector mediante escenas que podrían completar lo que no aparece en las Escrituras pero que pudo formar parte de aquella historia.
Durante los primeros siglos del cristianismo se escribieron muchos libros que hablaban de Jesús, de su infancia, de su vida pública, de su muerte y resurrección. Libros que no se admitieron, por parte de la Iglesia, como inspirados directamente por Dios y que, por tanto, no forman parte del conjunto de la Biblia. La novela de Aranguren podría pertenecer a esa tradición literaria, aunque el hecho de que se dirija al lector del siglo XXI le permite introducir argumentos y explicaciones amparadas en los descubrimientos de la Ciencias. A modo de ejemplo, hace posible que san José tuviera una mancha en el rostro causada por una discromía melánica, o que Lázaro, hermano de Marta y María, padeciera una trisomía del par 21.
Nada dicen los Evangelios canónicos de la estancia de Juan Bautista en las mazmorras de Maqueronte, uno de los palacios de Herodes y, sin embargo, Aranguren lo sitúa allí y nos transmite sus pensamientos en los momentos previos a su decapitación. Nada nos dicen los Evangelios acerca de los argumentos expuestos por Jesús niño ante los Doctores de la Ley, pocas horas después de la Pascua y, sin embargo, pone en boca del protagonista un impresionante diálogo sobre la misericordia de un Dios que perdona y busca perdonar.
Aranguren recrea a la familia de Jesús (tíos, tías, primos y la abuela paterna) y la familia de María. También ofrece con detalle la manera de pensar y de actuar del pueblo judío de aquel entonces, de sus tradiciones y ritos religiosos.
Nos encontramos ante un maestro en el desarrollo del tempo novelístico. Considero magistral la construcción de dos relatos paralelos: la agonía de san José y la prisión y decapitación de san Juan Bautista. De hecho, la novela se construye sobre los meses que el primo de Jesús pasó en prisión, en el que el hombre más grande nacido de mujer sufrió toda clase de humillaciones. Ese entorno es el propicio para que Miguel Aranguren nos lleve al inicio de los inicios: la existencia de los ángeles, a los que Dios enfrentó a una prueba que el autor identifica con la libertad de postrarse en veneración a la mujer que será la madre de Cristo. Es entonces cuando arranca la lucha dramática entre el bien y el mal elegido por Lucifer y sus huestes, la enemistad entre esa facción de ángeles, secuaces de Satán, y la doncella que le aplastará la cabeza. Desde allí Aranguren nos conduce a la creación del mundo y de los primeros hombres, Adán y de Eva, describiendo tanto el engaño que provocó el pecado original como la promesa de la Salvación a través del Hijo encarnado en María. De este modo al lector se le hace patente el sentido de la Redención.
Es reseñable la conversación entre Juan y Jesús, cuando este le visita y acompaña en sus últimas horas. El Bautista, extenuado por el ayuno y las terribles condiciones de la prisión, sufre la tentación de la desesperanza, quizás de la renuncia a la fe (<<–Id y preguntadle si es Él a quien esperamos –les había encomendado a sus discípulos>>).
Aranguren ha sabido hilvanar la vida de Jesús, llevando al lector a la intimidad de la familia del artesano José y de María, ambos descendientes de David, en los que se cumple todo lo dicho por las Escrituras.
Miguel Aranguren se muestra en esta obra como un maestro de la narrativa y un artesano del lenguaje. Más incluso: como un artista del relato y la palabra.
La novela va entrelazando el presente, los recuerdos, y los acontecimientos futuros, desde las vivencias de José en particular desde la plenitud de su muerte en compañía de María y de Jesús. Además de José encontramos como hilo conductor desde el principio al final al Profeta, Juan, en su martirio. También el noviazgo de José y María, o el viaje del nacimiento en Belén. Conviene leer este libro con cierta continuidad para no perder el hilo por esos saltos en el tiempo y en los espacios. Todo con mucha naturalidad y una cuidada escritura puede ayudar a meterse en la película sobre Jesucristo. Destacaría el episodio de Jesús perdido a la vuelta de Jerusalén que recala en la familia recién conocida de Marta, María y Lázaro de su misma edad; también las tentaciones y la presencia habitual del Maligno. A diferencia de los apócrifos esta novela no atribuye sucesos extraordinarios pues se centra precisamente en la vida ordinaria de Jesucristo y su entorno. Es una visión personal y sugestiva de Jesucristo escrito desde la fe y la calidad literaria.
Novela con carácter histórico para acercar la figura de Jesús a la sociedad actual (creyentes y no creyentes). Según ha afirmado el autor en varias entrevistas, la idea de la novela surgió pensando en los jóvenes: hoy, muchos de ellos, no bautizados, viven en hogares rotos y necesitan una respuesta a tanto sufrimiento. Durante siete años y tras varios meses de intensa documentación, Miguel Aranguren ha dado vida real a las gentes de Belén, de Nazaret, para situarlos en un tiempo y en un espacio históricos: un entorno auténtico donde poder desarrollar los hechos trascendentales que se desarrollan en la trama. En definitiva, consigue presentar de un modo verosímil un rincón olvidado dentro del Imperio romano, con unos personajes humildes, de vida complicada y pobre.
Apoyada en los Evangelios, la obra se presenta en forma de novela, rodeada de elementos de ficción y enmarcada por el punto de vista personal del autor. Los hechos se atienen a las Escrituras, pero el relato va mucho más allá hablando de la convivencia diaria, con diálogos intensos y reflexivos que transmiten la personalidad de cada uno de los protagonistas: el proceso de conocimiento de sí mismo por parte de Jesús, el carácter extraordinario de San José (a pesar de las dudas y de la sorpresa), la figura perfilada de Juan el Bautista con sus sentimientos contradictorios de emoción, humillación e incertidumbre. Y, de forma constante, se intensifica la presencia de Satanás, el enemigo continuo, el fustigador que promueve incesantemente el engaño, la mentira, la enfermedad, la guerra.
Con un léxico cuidado y preciso, y un lenguaje lleno de preciosas imágenes, se trata de una obra que admite diferentes lecturas, relecturas, aproximaciones e interpretaciones, para conocer mejor la figura de Jesús, que contradecía todas las expectativas con su venida en Galilea, territorio despreciado por los más puristas e impensable como cuna del Salvador.
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Estamos ante la duodécima
Estamos ante la duodécima novela de Miguel Aranguren, que le ha supuesto siete años de trabajo condensados en 577 páginas.
Según sus propias palabras, esta obra es producto de su imaginación, volcada sobre las primeras páginas de los Evangelios, desde las que construye lo que pudo haber pasado. Los personajes (que no son otros sino los protagonistas de la Historia Sagrada), adquieren características propias que para nada desvirtúan los textos evangélicos, si no, más bien, aportan luces al lector mediante escenas que podrían completar lo que no aparece en las Escrituras pero que pudo formar parte de aquella historia.
Durante los primeros siglos del cristianismo se escribieron muchos libros que hablaban de Jesús, de su infancia, de su vida pública, de su muerte y resurrección. Libros que no se admitieron, por parte de la Iglesia, como inspirados directamente por Dios y que, por tanto, no forman parte del conjunto de la Biblia. La novela de Aranguren podría pertenecer a esa tradición literaria, aunque el hecho de que se dirija al lector del siglo XXI le permite introducir argumentos y explicaciones amparadas en los descubrimientos de la Ciencias. A modo de ejemplo, hace posible que san José tuviera una mancha en el rostro causada por una discromía melánica, o que Lázaro, hermano de Marta y María, padeciera una trisomía del par 21.
Nada dicen los Evangelios canónicos de la estancia de Juan Bautista en las mazmorras de Maqueronte, uno de los palacios de Herodes y, sin embargo, Aranguren lo sitúa allí y nos transmite sus pensamientos en los momentos previos a su decapitación. Nada nos dicen los Evangelios acerca de los argumentos expuestos por Jesús niño ante los Doctores de la Ley, pocas horas después de la Pascua y, sin embargo, pone en boca del protagonista un impresionante diálogo sobre la misericordia de un Dios que perdona y busca perdonar.
Aranguren recrea a la familia de Jesús (tíos, tías, primos y la abuela paterna) y la familia de María. También ofrece con detalle la manera de pensar y de actuar del pueblo judío de aquel entonces, de sus tradiciones y ritos religiosos.
Nos encontramos ante un maestro en el desarrollo del tempo novelístico. Considero magistral la construcción de dos relatos paralelos: la agonía de san José y la prisión y decapitación de san Juan Bautista. De hecho, la novela se construye sobre los meses que el primo de Jesús pasó en prisión, en el que el hombre más grande nacido de mujer sufrió toda clase de humillaciones. Ese entorno es el propicio para que Miguel Aranguren nos lleve al inicio de los inicios: la existencia de los ángeles, a los que Dios enfrentó a una prueba que el autor identifica con la libertad de postrarse en veneración a la mujer que será la madre de Cristo. Es entonces cuando arranca la lucha dramática entre el bien y el mal elegido por Lucifer y sus huestes, la enemistad entre esa facción de ángeles, secuaces de Satán, y la doncella que le aplastará la cabeza. Desde allí Aranguren nos conduce a la creación del mundo y de los primeros hombres, Adán y de Eva, describiendo tanto el engaño que provocó el pecado original como la promesa de la Salvación a través del Hijo encarnado en María. De este modo al lector se le hace patente el sentido de la Redención.
Es reseñable la conversación entre Juan y Jesús, cuando este le visita y acompaña en sus últimas horas. El Bautista, extenuado por el ayuno y las terribles condiciones de la prisión, sufre la tentación de la desesperanza, quizás de la renuncia a la fe (<<–Id y preguntadle si es Él a quien esperamos –les había encomendado a sus discípulos>>).
Aranguren ha sabido hilvanar la vida de Jesús, llevando al lector a la intimidad de la familia del artesano José y de María, ambos descendientes de David, en los que se cumple todo lo dicho por las Escrituras.
Miguel Aranguren se muestra en esta obra como un maestro de la narrativa y un artesano del lenguaje. Más incluso: como un artista del relato y la palabra.
La novela va entrelazando el
La novela va entrelazando el presente, los recuerdos, y los acontecimientos futuros, desde las vivencias de José en particular desde la plenitud de su muerte en compañía de María y de Jesús. Además de José encontramos como hilo conductor desde el principio al final al Profeta, Juan, en su martirio. También el noviazgo de José y María, o el viaje del nacimiento en Belén. Conviene leer este libro con cierta continuidad para no perder el hilo por esos saltos en el tiempo y en los espacios. Todo con mucha naturalidad y una cuidada escritura puede ayudar a meterse en la película sobre Jesucristo. Destacaría el episodio de Jesús perdido a la vuelta de Jerusalén que recala en la familia recién conocida de Marta, María y Lázaro de su misma edad; también las tentaciones y la presencia habitual del Maligno. A diferencia de los apócrifos esta novela no atribuye sucesos extraordinarios pues se centra precisamente en la vida ordinaria de Jesucristo y su entorno. Es una visión personal y sugestiva de Jesucristo escrito desde la fe y la calidad literaria.
Novela con carácter histórico
Novela con carácter histórico para acercar la figura de Jesús a la sociedad actual (creyentes y no creyentes). Según ha afirmado el autor en varias entrevistas, la idea de la novela surgió pensando en los jóvenes: hoy, muchos de ellos, no bautizados, viven en hogares rotos y necesitan una respuesta a tanto sufrimiento. Durante siete años y tras varios meses de intensa documentación, Miguel Aranguren ha dado vida real a las gentes de Belén, de Nazaret, para situarlos en un tiempo y en un espacio históricos: un entorno auténtico donde poder desarrollar los hechos trascendentales que se desarrollan en la trama. En definitiva, consigue presentar de un modo verosímil un rincón olvidado dentro del Imperio romano, con unos personajes humildes, de vida complicada y pobre.
Apoyada en los Evangelios, la obra se presenta en forma de novela, rodeada de elementos de ficción y enmarcada por el punto de vista personal del autor. Los hechos se atienen a las Escrituras, pero el relato va mucho más allá hablando de la convivencia diaria, con diálogos intensos y reflexivos que transmiten la personalidad de cada uno de los protagonistas: el proceso de conocimiento de sí mismo por parte de Jesús, el carácter extraordinario de San José (a pesar de las dudas y de la sorpresa), la figura perfilada de Juan el Bautista con sus sentimientos contradictorios de emoción, humillación e incertidumbre. Y, de forma constante, se intensifica la presencia de Satanás, el enemigo continuo, el fustigador que promueve incesantemente el engaño, la mentira, la enfermedad, la guerra.
Con un léxico cuidado y preciso, y un lenguaje lleno de preciosas imágenes, se trata de una obra que admite diferentes lecturas, relecturas, aproximaciones e interpretaciones, para conocer mejor la figura de Jesús, que contradecía todas las expectativas con su venida en Galilea, territorio despreciado por los más puristas e impensable como cuna del Salvador.