En el año en que murió Isabel la Católica, 1504, y en la ciudad donde fue enterrada, del Darro y del Genil, Granada, nació, hijo de humildes y pobres panaderos gallegos, quien sería uno de los más brillantes e influyentes maestros espirituales de la Reforma Española, Luis de Sarria, cuyo influjo, extendido por la asombrosa multiplicación de ediciones de sus obras, traspasaría las fronteras de España y los límites de su tiempo.
Muy pequeño, quedó huérfano de padre, teniendo la viuda que recurrir a la mendicidad para sobrevivir. A no dudarlo esta situación selló su perspectiva de la vida. Un biógrafo moderno encuentra en esas experiencias de pobreza, humildad, desamparo y confianza en Dios dos rasgos de su personalidad: «su firme opción por los pobres» y su «delicada devoción al Niño Jesús». Más adelante sería tomado bajo la protección de los Mendoza, condes de Tendilla. Luis creció en la fabulosa Alhambra, hogar de los Mendoza, donde habría tenido acceso a los estudios de humanidades.
Sintiendo la vocación para que ordene totalmente su vida a lo que Dios ha dispuesto en su Plan, considera ante todo la estima que le merece la empresa de consagrarse a Él, la que califica como la mayor de cuantas hay en el mundo. Cumplidos los diecinueve años decide aceptar su vocación y hacerse predicador, solicitando ser recibido en el convento dominico de Santa Cruz la Real, de Granada. Luego del período de probación, profesó en 1525. Finalizados sus estudios iniciales, en 1529, pasa al convento de San Gregorio, de Valladolid, asumiendo el nombre de fray Luis de Granada, quien logrará ampliamente su cometido de predicar a todos -reyes, aristócratas, miembros de la alta Jerarquía, pueblo fiel en general- el camino de seguimiento de Cristo Jesús. Resaltando el carácter universal del magisterio escrito del autor granadino, Jordan Aumann, O.P., ha escrito: "Tanto como predicador como escritor fray Luis se dedicó asiduamente a impartir doctrina y formación espiritual a la gente común". En 1557, el de Granada fue elegido Provincial de Portugal. Al finalizar su período se entregó aún más que hasta entonces a la vida de austeridad y de oración. En 1562 fue reconocido como Maestro de Sagrada Teología de la Orden de Santo Domingo, por su labor en la `cátedra' de los libros, y ratificado como tal, en explicitación de su ortodoxia, en el Capítulo General de Bolonia, en 1564.
Considerado casi como un santo, murió en Lisboa el 31 de diciembre de 1588, luego de algunos años de duros y crueles sufrimientos.