Reportero del 'New Yorker' desde 1938, enamorado de Nueva York hasta la médula, "cronista de lo insólito y lo original",forjó una serie de reportajes o, mejor dicho, perfiles, en los que a partir de personajes de la calle, no siempre conocidos del gran público, supo acuñar una modalidad de periodismo magistral. Como bien se ha apuntado, en muchos de ellos ha logrado auténticas obras maestras de la literatura, demostrando que ambos terrenos no tienen por qué estar reñidos, y que lo perecedero de uno casa con la aspiración a lo eterno de la otra.