Mouroux nació en Dijón (Francia) en el año 19014 y murió en la misma ciudad en 1973. Su vida se desarrolló en torno al Seminario de la diócesis de Dijo, en donde ingresó joven como seminarista, ejerció como profesor desde 1932 y ocupó el cargo de rector desde 1947 hasta 1956, fecha en la que su salud quedó debilitada a causa de una enfermedad de corazón. Sus reflexiones constituyen una referencia obligada para los trabajos teológicos -especialmente en los ámbitos relativos a la fe y a la expereincia cristiana. Su pensamiento no ha sido objeto de una consideración tan detenida como el de otros autores, y todavía en nuestro tiempo sigue siendo bastante desconocido. El teólogo de Dijon ha sido llamado "maestro solitario". Su vida personal e intelectua se desarrolló en la oscuridad del Seminario Mayor de su Diócesis. No perteneció a ninguna orden religiosa ni formó parte de escuela teológica o movimiento de pensamiento alguno. Curiosamente, no poseyó ningún título universitario en Teología, sino únicamente la Licenciatura en letras obtenida en Lyon. Él mismo se caracterizó con los siguientes términos: "Yo trabajé solo, estuve aislado y viajé poco". Sin embargo, forjó amistad con algunos de los teólogos catolicos más importantes del siglo XX (De Lubac, Daniélou, Chenu). Fruto de este talante personal, rico y abierto, surgió un pensamiento teológico fecundo, intuitivo y espiritual que no pasó desapercibido. En el momento en el que fue convocado el Consilio Vaticano II, Mouroux fue invitado por Pablo VI a sumarse al grupo de expertos para trabajar en la última sesión conciliar. Al final de su vida, el teólogo de Dijon había escrito ocho libros y más de setenta artículos o colaboraciones.