La jungla polaca

Kapuscinsky ha sido considerado como un maestro de periodistas. Su atractivo consiste en dar valor literario a sus textos, elevándolos sobre el producto periodístico normal, eminentemente perecedero. El autor parece distanciarse de los hechos para construir un relato corto sobre una base real. Por ejemplo, en la inauguración de un edificio de viviendas sociales en Varsovia y a base de preguntar: “¿cómo se encuentran ustedes aquí?”, el autor elabora en un estudio sociológico sobre los ocupantes y sus lugares de origen (“La casa”). Kapuscinsky publicaba en un semanario y una revista permite lo que no puede hacerse en un diario, ningún lector va a protestar porque el autor de la crónica tenga pretensiones literarias; por otra parte la censura puede aceptar como literatura lo que nunca admitiría como información. En los regímenes totalitarios es fácil que la Prensa, limitada en su función de informar, se enriquezca con elementos literarios. Esto lo hemos visto en España, en el siglo pasado, en que los grandes escritores eran periodistas (Delibes, Umbral, Cunqueiro) y los periodistas eran capaces de hacer de una crónica económica o internacional una obra literaria. El telón de fondo de “La jungla polaca” es gris, como lo fueron los años cincuenta en toda Europa, ávida de cultura y de bienes de consumo. La literatura y el cine de esos años se colocan bajo la advocación del realismo, como las crónicas polacas de Kapuscinsky. El autor toca con bastante escepticismo la problemática de la guerra fría en relatos como “Con los árboles en contra”, pero en general la temática es humanística, lo que hace que sus crónicas puedan considerarse modernas.