Compilación de escritos de Cornelia de Vogel, pertenecientes al periodo 1972-1973, sobre la situación de la Iglesia católica en Holanda. La autora fue profesora de filosofía antigua y medieval en la Universidad de Utrecht. Conversa de la iglesia reformada al catolicismo, afirma con gracia que, según entraba en la Iglesia católica, se cruzó con los que salían de ella. Los escritos integrados en este volumen comienzan con la solicitud a los Obispos holandeses para que defiendan y proclamen la fe católica. Posteriormente se extiende en explicar los errores doctrinales que se están difundiendo y el efecto nocivo de los mismos en la vida y vocación del clero. Sobre la improvisación en el ámbito litúrgico cita a un teólogo protestante que, ya en 1936, afirmaba que "la anarquía en las formas de culto es un signo de disolución".
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La petición que hace Cornelia
La petición que hace Cornelia de Vogel a los Obispos neerlandeses es de seguridad: seguridad en la fe. La autora se queja de que los sacerdotes y teólogos imparten enseñanzas que se apartan de la fe católica, mientras, los Obispos callan y el pueblo sufre.
Afirma de Vogel que las nuevas doctrinas no son originarias de Holanda sino de Alemania y que llegan a los Países Bajos por medio de los Estados Unidos. "¿Por qué –se pregunta- las mismas doctrinas no producen un efecto nocivo en sus países de origen?" Y responde que en esos países los Obispos no permanecen pasivos y corrigen los errores doctrinales.
Han pasado treinta y cinco años desde que se publicó este libro y el progresismo teológico ya no es un problema fundamental; no obstante sigue vigente la llamada de la autora a los Obispos para predicar y extender la verdadera fe. Pregunta San Pablo: "¿Cómo creerán si nadie les predica?" Hoy el pueblo católico, al menos en España, se mueve en medio de una inmensa ignorancia religiosa, mientras es bombardeado con críticas a la Iglesia católica y propuestas ideológicas alternativas en materia moral, ética o filosófica.
Que una mujer, una profesora holandesa de filosofía, reclame a los Obispos de su país que enseñen la fe católica, no supone una falta de respeto a los pastores, sino que forma parte del oficio profético –hablar en nombre de Dios- que el Espíritu reparte donde quiere. La lectura de este libro no es recomendable con carácter general, ya que la autora transita fácilmente por medio de los conceptos teológicos católicos y protestantes, algo que el lector probablemente no podrá hacer. Sin embargo está escrito para todos los católicos, también para los laicos, y la autora se esfuerza por simplificar al máximo los conceptos.
El libro tiene también un gran valor como testimonio histórico. Lo que se cuenta en él ocurrió realmente en la Iglesia católica en el siglo XX.