Para enfrentarse en soledad a una pérdida reciente, Veronika, una joven escritora, se instala en una casita de campo en una zona boscosa del interior de Suecia. En ese enclave donde reinan la paz y el silencio, su único contacto con el mundo es Astrid, una mujer taciturna que habita la única casa de los alrededores y con quien apenas intercambia un saludo de vez en cuando. En apariencia, las dos mujeres tienen poco en común: Veronika ronda la treintena, ha recorrido medio mundo y ahora busca la reclusión; Astrid, por el contrario, es anciana, nunca ha salido de su pueblo y no tiene quien la visite. Y sin embargo, a partir de una circunstancia imprevista, ambas inician una frágil relación que, a medida que el invierno deja paso a la primavera, va creando entre ellas un espacio de intimidad que les permite hablar de su pasado y sus recuerdos. Con la llegada de las primeras fresas silvestres, los secretos que atormentan a cada una de ellas saldrán a la luz, y su profunda y sincera amistad dará nuevo sentido a sus vidas.
Edición | Editorial | Páginas | ISBN | Observaciones |
---|---|---|---|---|
2009 | Salamandra |
222 |
978-84-9838-465-9 |
Edición correcta y manejable de la colección de narrativa de esa editorial barcelonesa. |
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Dos desconocidas, distintas en edad y condición social y laboral, terminan siendo dos auténticas amigas que se quieren y se ayudan; que comparten su tiempo libre, sus gustos musicales, sus paseos al bosque, un día de natación en un lago sueco…
Comparten su vida pasada; se la narran. Los episodios que más han incidido en sus vidas. Curiosamente, sus recuerdos sobre personas ya fallecidas: los padres de la anciana Astrid, su hija –a la que ella misma quitó la vida siendo un bebé-. Dura la infancia de Astrid: se alude a los abusos sexuales de su padre. Quizás sea la causa que la lleva a matar a su hija: impedir que le suceda lo mismo. Dura su juventud: entregada en matrimonio a un hombre desconocido, para asegurar la pervivencia del patrimonio
Verónika le cuenta su amor por un hombre sueco, Johan, con el que había convivido hasta su viaje a Londres. Allí conoció a James, de Auckland, Nueva Zelanda. Adiós a Johan y nueva vida con James en Nueva Zelanda. El lector conoce las impresiones del mar y del paisaje de aquel país en el espíritu de Verónika. Vida en común durante un año y de nuevo la muerte: James muere practicando surf y Verónika pierde a su bebé –se acaba de enterar que está embarazada.
El padre de Verónika acoge a su hija en tales circunstancias en su casa de Japón. Así el lector viaja al país nipón, a su tradición:
“Un día, después de comer, fui andando hasta la Torre de Tokio… Me alejé caminando y llegué a un templo budista. En la parte trasera había un jardín en terrazas con cientos de figuritas de piedra; muchas llevaban gorritos rojos de ganchillo y baberos y alrededor había molinillos de colores, osos de peluche y muñecas…
“-Mitzuko- dijo. Significa “niño de agua”. Éstos son los niños que no lograron realizar el tránsito del agua a la vida humana. Esbozó un amplio ademán, que englobaba las hileras de figuritas de piedra con gorros rojos. –Y ese es su protector-. Señaló una estatua grande de un hombre que sujetaba un cayado y llevaba un bebé en el otro brazo. –Jizzo, la deidad budista que cuida de los no nacidos… Es tan triste… Y, ¿sabe?, no hay consuelo real para ellos, a pesar de Jizzo. Los niños de agua juegan a orillas del río que separa este mundo del otro. Como penitencia, levantan torres con guijarros vigilados por un monstruo durante toda la eternidad. Y luego está esa doble culpa tan terrible. La del niño que ha hecho sufrir tanto a sus padres por no nacer. Y la de los padres que han arrojado a su hijo a un eterno limbo por no haberle dado la vida. Doble culpa. (págs. 170-171)”
Nadie juzgó ni condenó a Astrid por el infanticidio de su bebé. Nadie lo supo. A nadie le interesó. Pero ella vivió una vida completa con esa culpa que la encerraba en sí misma, que la incapacitaba para abrirse a los demás: con su melancólico secreto. Se lo cuenta a Astrid y empieza a sentirse libre.
Perder a un hijo no nacido trastorna a la mujer; más si ha intervenido la voluntad. En el aire queda el tema del suicidio. Después de haber quitado la vida al propio bebé ¿por qué no quitarme la propia?
La sinestesia, la percepción de los sentimientos que viven ambas mujeres y la música como catalizador de la expresión poética. ¿Qué es la poesía si no la música del lenguaje?
Es curioso el concepto que ambas –suecas- tiene de la religión como la relación con un poder superior que puede “conceder deseos”. Nada que ver con la vida cotidiana. Un mundo separado del resto de la vida, de la sexualidad, etc.
-Ésta es. La roca donde rezaba. Donde solía parame cuando aún creía que las plegarias servían. (pág. 186)
- La mayor parte de los mensajes escritos eran para pedir la paz mundial, salud y felicidad, buenas notas en los exámenes o para tener hijos… Sonreí, pero no se me ocurrió ningún deseo. (pág. 168)
Mensaje subliminal: no tenemos ningún criterio moral porque no lo necesitamos; somos capaces de experimentar el sentimiento noble de la amistad, de disfrutar con la música, la poesía y de vivir con la naturaleza en armonía. Aunque hayamos matado a un hijo, no soportemos al esposo y el resto de la sociedad –excepto Verónika- nos considere una bruja.
Hay tres voces narradoras: un narrador externo, Verónika y Astrid. Conocemos como se fragua la amistad desde esos tres puntos de vista. Comparten un presente y el pasado. En el futuro solo estará Verónika y Astrid quedará sublimada como tema del libro escrito por Verónika.
Un apunte histórico:
• Con la coronación de Gustavo Vasa, 1528, se ponía fin a la presencia danesa en Suecia. Hasta ese momento, el arzobispo en funciones era Trolle, estaba aliado con el rey danés. Por ello, cuando Gustavo fue electo rey, Trolle se exiló en Dinamarca. Gustavo entonces solicitó al Papa otro arzobispo.
• Sin embargo, y debido al aislamiento de Suecia en aquel momento, el Papa ordenó la restitución de Trolle en el cargo. El rey nombró de motu proprio a un luterano.
• Gustavo apoyó a los predicadores luteranos y la instalación de una iglesia independiente de Roma, incluso utilizó la violencia contra los católicos en Suecia.
• La apropiación de los bienes de la Iglesia Católica se justificó, en parte, por la crisis económica que reinaba en el país después de la guerra.
Esta prmera novela de la autora ha tenido notable éxito en Suecia y en países anglosajones. Tiene calidad literaria, describe bien la vida en un pueblecito sueco, y el relato de las vidas que se van contando las dos protagonistas está bien estructurado. El resultado es un canto a la amistad, un elogio de la generosidad frente al individualismo y una invitación a superar el sufrimietno. En el caso de Astrid, la anciana, por el suicidio de su madre, por un matrimonio impuesto y fracasado, lo que la conduce a matar a su hija recién nacida, al parecer, pues se narra de un modo que puede dejar alguna duda en el lector. En el caso de Veronika, la joven, por la muerte del joven con el que convivía, en un accidente en la costa de Nueva Zelanda. Junto a lo positivo, hay un trasfondo de falta de sentido, de relativismo y de escasa conciencia del mal, quizá por la ausencia de Dios en sus horizontes.