Una novela sobre el exilio de una mujer rumana a los Estados Unidos. El encanto de esta novela es que narra las dos vidas de una mujer: una rumana llamada Elena que emigra de su país y al llegar a Estados Unidos se convierte en Helen. Casada y con un hijo, Elena/Helen es siempre Lenush, el nombre que la religa a sus dos identidades.
Comentarios
En español la novela ha sido titulada Las vidas de Lenush, porque a través de un ir y venir en el tiempo y el espacio – Rumanía, Israel, Roma, París y Nueva York - va desgranando en la sucesión de los cortos capítulos una lineal, clara y eficaz descripción las épocas de una Lenush – Elena, luego Helen – hija, joven y enamorada, esposa y madre y finalmente viuda. Desde una óptica muy femenina de aguda perspicacia para enfrentarse a los problemas cotidianos, la protagonista vive una vida rica y sencilla a la vez. El espíritu familiar es también el otro protagonista, capaz de enfrentarse a las tensiones generacionales, las diferencias religiosas – mejor socioreligiosas, pues ellos son más bien escépticos – y las costumbres afrancesadas de su nuera, que detesta. La fuerza de la familia supera esas tensiones y desdenes con un sacrificado amor, que en alguna ocasión se deja ver al natural en unos breves apuntes de intimismo conyugal, que su omisión mejoraría la obra. Esta compacta fortaleza del grupo sólo se ensombrece, en parte, con la dramática reacción ante la demencia que acaba cerniéndose sobre algún miembro de la familia.
(de Ángel García Prieto)
Novela escrita con mucho oficio, aunque con frecuencia abusa de descripciones de detalles ornamentales que hacen a veces el relato un tanto tedioso.
Pero sólo el oficio no hace grande una novela. La historia es la vida de la protagonista, Lenush, y su familia. Le falta alma, aunque a medida que avanza el relato, sobre todo en el último tercio, se hace más humano; y le sobran las narraciones sexuales explícitas que nada aportan.
En el fondo se trata de una historia con un regusto triste; no hay esperanza ni un horizonte grande que de sentido a la vida.
Es cierto que defiende la unidad de su familia y la de su hijo, pero con una concepción de la vida fuera de toda moral y carente de verdaderos principios: su reglas son las “socialmente correctas” que imperan en una sociedad materializada.