Dos hermanos, Kirsti y Angus viven con su madre y su abuelo Gruñón en un pueblo costero.
Una noche de 1930, las olas golpean la playa una y otra vez dejando en ella todo tipo de restos. Al día siguiente los pequeños van hasta allí y encuentran un gran huevo, tan grande, como una caja de galletas. A escondidas lo guardan en su casa, en la bañera del cuarto de baño.
Poco después, del huevo sale un enorme animal desconocido para los pequeños; su abuelo lo descubre; no le cabe duda, es un monstruo.
Lo alimentan con lo que creen que puede gustarle: algas, sardinas… pero el animal crece tanto que no saben donde esconderlo. Deciden llevarlo a un estanque cercano. Cuando van a verlo, le llevan sardinas en lata para comer y Crusoe, que así habían llamado al animal porque había naufragado en la playa como Robinson, se lame de gusto.
El animal sigue creciendo hasta el punto de que, incluso el estanque se le queda pequeño.
Entre todos deciden cambiarlo a un lago porque el monstruo necesita más espacio y además, porque no sabe distinguir si algún humano se acerca a él con la intención de hacerle daño.
El libro nos relata las peripecias que el abuelo, la madre y los dos hermanos pasan para trasladar al lago a un animal con semejante tamaño.
El desenlace queda abierto a la creatividad e imaginación del lector.
Comentarios
El libro está escrito con un lenguaje sencillo pero no por ello falto de riqueza. El personaje del monstruo rezuma ternura y los niños se comportan con una ingenuidad que hace que el lector crea perfectamente la trama del libro y se identifique con cualquiera de los dos hermanos.
La historia no es transferible al entorno de los lectores pero les aporta gran dosis de imaginación al intentar dar una explicación a la historia del monstruo del lago Ness que, cada cierto tiempo, cobra vida en boca de algún turista que dice haberlo visto.