Sherlock, Lupin y yo. 4: La catedral del miedo

Cuarta entrega de esta serie protagonizada por tres personajes extraordinarios que marcarán la historia de la criminalidad en el futuro. Esta vez la acción se desarrolla en París y sus alrededores en la primavera de 1871, una vez que ha finalizado la guerra franco-prusiana. La capital francesa ha quedado devastada por la contienda, pero a pesar del ambiente triste y de auténtica pobreza sigue resaltando la catedral, el Sena con sus puentes, y un sugestivo mapa de intrincadas callejuelas y subterráneos: un marco incomparable, donde los personajes viven arriesgadas aventuras y deberán resolver un misterio en torno a una antigua reliquia conocida como el Corazón de San Miguel.
Así pues, se trata de un relato interesante para jóvenes lectores porque a través de él pueden adentrarse en aspectos geográficos, históricos y también literarios, ya que a lo largo de la narración se hace mención de otras obras como el descubrimiento de una novela inconclusa de Alejandro Dumas padre, el autor de “Los tres mosqueteros” y “El Conde de Montecristo”, que realmente había fallecido en diciembre de 1870, unos meses antes del tiempo en que se desarrolla esta trama. En esta hipotética novela, hallada en sus archivos personales, el autor estaba trabajando en la figura del Gran Maestre de la Orden de San Miguel, personaje misterioso que será la clave de toda la intriga.
Narrada en primera persona por la protagonista Irene Adler, con un estilo sencillo y un toque ingenuo y romántico en ocasiones: ésta rememora años después los misterios que en su adolescencia resolvió junto a sus amigos Sherlock y Lupin, cuando eran unos jóvenes curiosos, inteligentes y rebeldes. Aunque, desde el punto de vista temático, el título resulta poco significativo y las acciones rayan en lo inverosímil en diversas ocasiones dada la edad de los protagonistas, la trama resulta atractiva y propone temas muy interesantes como las falsas apariencias y el engaño, encarnado en la figura de un timador que sabe arrastrar y manejar a los incautos en beneficio propio.