Ronda del Guinardó

Estómago de hierro es un inspector de policía en decadencia. Hace dos años había auxiliado a Rosita, una menor violada en un descampado; ahora le encomiendan que acompañe a la chica a reconocer el cadaver de un vagabundo a quien la policía atribuye aquella violación.

La acción transcurre en Barcelona en 1945, recién terminada la Segunda Guerra Mundial.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
1987 Seix Barral
141
84-322-2330-1

Original de 1984.

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Marsé sitúa sus novelas en los barrios deprimidos de Barcelona; en Ronda del Guinardó incorpora al relato la figura de un inspector de policía que se mueve en ese ambiente. Estómago de hierro (no se nos dice su nombre, sólo su apodo) se ha reincorporado a su trabajo en una comisaría de policía. Alcohólico, había propinado una paliza a una niña y por ello ha estado cinco meses apartado del servicio.

El autor nos recuerda que en aquella época había establecimientos que recogían huérfanos. Estos hogares estaban siempre escasos de recursos, y ponían a trabajar a los niños en cuanto les era posible. Rosita, una niña que había sido violada por un vagabundo años atrás, reside en uno de esos horfanatos. Trabaja en las casas de tres o cuatro damas pudientes y transporta de un lado para otro una capillita de la moreneta para recabar limosnas. Estómago de hierro será su acompañante durante todo un día.

Encontramos en el relato escenas vulgares como una masturbación en grupo. Si en algunas novelas el argumento y los valores literarios justifican la torpeza de algunos pasajes, no es así en Ronda del Guinardó. El relato es vulgar desde el principio. Su intención es desacreditar -o retratar, como se prefiera- el mundo de los policías y el malestar social de aquellos años. Aún así los personajes están bien caracterizados y son creíbles. Al fin y al cabo Marsé es un gran escritor, especializado en los aspectos más negros de una época oscura.

Este relato no hubiera podido ser publicado durante el franquismo, por lo que su autor lo entregó a la imprenta en 1984, cuando el mundo que describe constituía un pasado remoto y a olvidar; no obstante, es posible que los que pasaron por aquellos horfanatos o aquellas comisarías de policía en las que se producían muertos hayan agradecido que quedara constancia de ello.