Maxim Ósipov (Moscú, 1963) es un médico escritor. Especializado en cardiología, había trabajado en la Universidad de California, por lo que al volver a su país lamenta el estado en el que encuentra la medicina.
El libro hace una crítica de la Rusia post-comunista desde 2006 hasta 2022: la era Putin. En 2022, con motivo de la invasión rusa de Ucrania, Ósipov se exilia con su familia en Alemania.
El título hace referencia a la obligación que tenían los ex-penados de la época soviética, de residir a más de cien kilómetros de Moscú. El libro termina con una crítica radical a Vladimir Putin.
Edición | Editorial | Páginas | ISBN | Observaciones |
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2024 | Libros del Asteroide |
232 |
978-84-19089-78-6 |
Original de 2022. |
Comentarios
Da la impresión de que nos
Da la impresión de que nos encontráramos ante fragmentos del diario de su autor. El estilo del libro es entrecortado, nada lineal, y lo entendemos al leer que el autor ha estrenado obras de teatro en su país; hay un cierto parecido con el planteamiento de Kilómetro 101. En éste, el autor describe sucesos del ejercicio de la medicina en la Rusia del siglo XXI.
Para un médico que haya ejercido en los Estados Unidos, como es el caso de Ósipov, la comparación con la medicina que se hace en Rusia es aterradora: Allí -suspira- "la medicina es fantástica, cien veces mejor que la nuestra" (pág.191), y pasa a explicar cómo se trabaja en su pequeño hospital rural: "A los enfermos no se los trata -ironiza-, hay cosas importantes como las Olimpiadas y Crimea" (pág.103); "La gente viene y va con diagnósticos equivocados y recetas que le han tocado al azar" (pág.154); "Los jefes pueden bombardear cualquier cosa, pero son incapaces de proporcionar a un hospital unas pastillas o enfermeras" (pág.83), ya se encargará la burocracia de impedirlo: "La legislación -ironiza nuevamente- nos protege contra los cambios a mejor" (pág. 24).
Nada más llegar al hospital en 2006, el autor había señalado como los pacientes "tienen miedo a la muerte y poco amor a la vida" (pág.13), no ve alegría en sus ojos. "¿En qué piensan los pacientes? -se pregunta-. Es un enigma, escuchan pero no oyen. Lo que quieren es que me calle y los deje marchar" (pág.50). "La gente -continúa- es practicamente analfabeta: saben construir palabras juntando letras, pero en la práctica esa habilidad no se aplica" (pág.14); y remata: "La ayuda mutua brilla por su ausencia, somos los mayores individualistas del mundo" (pág.15). Resulta irónico que setenta años de comunismo hayan dado lugar a un individualismo tan radical, pero probablemente no ha sido tanto la ideología como el miedo al poder.
"El poder se divide -afirma Ósipov- entre el dinero y el alcohol (...); casi no he conocido personas interesadas en su trabajo, el que fuera" (págs.13-15). "¿Dónde se ha mertido la gente capaz?" (pág.74) -se pregunta-, y afirma que en su juventud "veía en las caras rasgos de refinamiento adquiridos a través de la lectura, ahora ni se habla de libros" (pág.154). A continuación, aborda la cuestión del alcoholismo: ""¿Cómo no erigir en empeño nacional la lucha contra nuestro alcoholismo? El alcohol es omnipresente e influye en la suerte de casi cada familia" (págs.48-49). "El varón es casi siempre un idiota, si su mujer no lo controla está condenado a morirse pronto" (pág.16), pero "las mujeres dirigen los asuntos de importancia práctica" (pág.91).
Ósipov se ve a sí mismo con principios firmes, pero carácter inseguro. Recuerda a su padre "bueno, generoso, entregado" (pág.194), pero no se ve a sí mismo de la misma forma. "Que la vida no te impida ser bueno y mejor" (pág.152), le había pedido su madre, y el padre: "Dedícate a aquello que tenga reflejo en la eternidad" (pág.171). "Curar personas tiene su proyección en la eternidad" -piensa el médico- y se niega a cobrar a sus clientes aunque todos lo hagan: "¿Qué querrán decir con todo el mundo lo hace? -escribe-. Él no es todo el mundo" (pág.172); pero sus colegas le acusan de actuar como un aristócrata: "Sé más sencillo -le aconseja un amigo- y la gente vendrá a ti" (pág.159).
A veces le invade el desánimo: "¿Por qué no marcharnos? -escribe-. Las personas normales no deberían vivir aquí (...). No es nuestro país, es el de ellos" (págs.131-132). El empujón definitivo lo recibe cuando Putin ordena invadir Ucrania: "Odiamos la guerra, odiamos a quien la ha desencadenado y no teníamos previsto abandonar el país" (pág.217). "¿Para que a nuestros hijos y nietos los hagan formar dibujando la Z? ¡Jamás!" (pág.221); y se desahoga contra Putin: "Qué cúmulo de desgracias ha ocasionado un individuo mediocre. ¿Por qué ha cometido errores tan descomunales?" -y añade-: "Se trata de un individuo sin asomo de cultura; trabajó de taxista y llegó a la Jefatura del Estado" (págs.223-224).
Se trata de un libro construido sobre hechos reales, pero abarca un periodo demasiado amplio para ser tomado al pie de la letra, desde 2006 a 2022. El autor pone de relieve la difícil transición entre un Estado totalitario, que niega toda iniciativa a sus habitantes, a un régimen de libertades que aprovechan las antiguas jerarquías del régimen para mantenerse en el poder y seguir manejando a sus conciudadanos; estos, impotentes y perplejos, llegan a añorar a la antigua Unión Soviética a causa de fenómenos como la inflación, que no existía en una economía intervenida y ahora les arrastra a la pobreza; mientras tanto, oligarcas y delincuentes adquieren villas en el Mediterráneo. Pero no nos engañemos, lo que denuncia Ósipov de la Rusia actual está ocurriendo también, en mayor o menor medida, en nuestras sociedades del bienestar.