El hijo adolescente de un capitán de la guarnición destacada en una plaza militar fronteriza en 1949, observa cuanto sucede en el cuartel y vislumbra la posible existencia de una conspiración antifranquista. La novela, escrita con estilo ágil y preciso, de ritmo rápido o pausado según las circunstancias que describe, y que cuenta con unos personajes delineados con fuerza expresiva, alcanza una notable cota de calidad literaria.
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Háblame del tercer hombre es un relato hecho con los recuerdos y las vivencias de un niño. Un flash-back cinematográfico, en el que los ojos del narrador-protagonista son la cámara que irá descubriendo unos momentos precisos en la vida de este joven. Son los recuerdos de un invierno, el de 1949, y de una película, El tercer hombre –de Carol Reed y con guión de Graham Greene–. Es el paso de la niñez a la adolescencia marcado por varios sucesos que le abrirán los ojos a la realidad de la vida, la cual transcurre en una guarnición militar de los Pirineos: allí vive el ambiente de amistad entre los residentes, el presunto adulterio de su madre, el hallazgo del cadáver de un general, su primera y fugaz experiencia amorosa y la vida de los abuelos y tíos maternos enclaustrados en la isla de Mallorca.
La obra está construida a retazos, sobre todo en las primeras páginas, sin que el hilo argumental se fragmente y sin que adquiera una coherencia bien definida en las breves escenas que, al principio del relato, adelantan algunos hechos posteriores. En la novela están presentes los recuerdos, como también lo están en otras obras de José Carlos Llop. Escrita con un estilo elegante y culto, no se detiene en la descripción de episodios más o menos escabrosos, sino que pasa por ellos con objetividad, aunque en algún caso con cierta inverosimilitud. Háblame del tercer hombre es una buena novela, tanto por su enfoque como por el tratamiento de los hechos narrados.