Un novelista famoso firma un contrato multimillonario para una novela que no es capaz de escribir. A un antiguo amigo, escritor sin éxito, le propone firmar una novela suya y darle el 50% de las ganancias, con la condición de que mate a su mujer. La obra tiene un tono irónico que resulta oportuno, y la trama despierta interés.
Edición | Editorial | Páginas | ISBN | Observaciones |
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2002 | Seix Barral |
320 |
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Donald E. Westlake (1933) ha publicado novelas juveniles, westerns y relatos, pero ha obtenido el reconocimiento de la crítica en su especialidad: la novela policiaca. Muchos de sus libros han sido llevados al cine, como The Hunter, cuyo remake se convirtió en la película Payback en 1999. También ha escrito guiones para Hollywood, alguno de ellos candidato al Oscar.
Tres méritos fundamentales pueden atribuirse a esta novela: la lograda síntesis de géneros novelísticos, la originalidad del tema y el equilibrio del argumento. En efecto, El gancho es una brillante mezcla de thriller psicológico, novela policiaca tradicional y metanovela. Por otro lado, es loable el esfuerzo del autor por desvelar el mundillo del negocio editorial y sus contradicciones, tomando como ejemplo el mercado norteamericano.
Wayne Prentice es un hombre bien asentado en la vida familiar, pero es un escritor desafortunado con editores y público a causa de la informatización del mercado libresco, y no encuentra cauce para publicar su última novela. Bryce Proctorr, novelista también, representa el polo opuesto: el incomprensible alargamiento de su divorcio se le antoja un infierno y le incapacita para escribir, aunque tiene un contrato multimillonario para su próxima novela. Ambos se encuentran y renuevan su antigua amistad de juventud con un trato cuyas consecuencias son la trama misma de la novela: Bryce publicará el texto inédito de su amigo bajo su aclamado nombre y repartirán al cincuenta por ciento los beneficios. Pero Bryce impone una condición: Wayne deberá matar a su ex esposa. A partir de aquí la novela narra el proceso de usurpación recíproca que voluntaria e involuntariamente llevan a cabo los dos protagonistas entre sí hasta darle la vuelta completa a sus situaciones de partida.
La lectura resulta fácil y rápida: el lenguaje está al servicio de la acción, que, sin ser trepidante, no admite pausas. La estructura de la novela es circular y está bien cuidada: cada uno de los 31 capítulos curva un poco más la línea argumental con nuevos sucesos hasta cerrar el círculo, y aunque la trama no es compleja y podría contarse en muchas menos páginas, el autor llena el hueco con los otros dos constituyentes del relato: el salteado análisis psicológico de las mentes protagonistas y la transposición de estos análisis a las mentes ficticias de unos nuevos personajes: los que aparecen en las novelas que están escribiendo Wayne y Bryce.
En la necesidad de sincerarse que sienten los protagonistas y que vierten en sus esposas subyace una concepción acertada de la unidad matrimonial, pero la simpleza de los planteamientos morales resta verosimilitud a los protagonistas, que acaban decidiendo siempre desde el propio beneficio: el dinero, el éxito editorial o la independencia. Son mentes que viven sujetas a un mundo cerrado de obsesiones freudianas y acaso complejos de pareja que el libro parece achacar a la peculiar personalidad de los escritores. El autor no carga las tintas, pero sus personajes revelan una pobre catadura moral, cierta simpleza y una idea reductora del sexo. Aunque es evidente que Westlake no ambiciona más que una novela de entretenimiento. Jorge Bustos. (Aceprensa)