En 1535 las victorias de los corsarios berberiscos, aliados y apoyados por el sultán de Turquía, se extienden más allá de los imaginable, abarcando un amplio trecho de África y alcanzando la ciudad de Túnez, poniendo en peligro a la armada española y las posesiones del emperador Carlos V. La presencia de los corsarios en el Mediterráneo desestabilizaba el mal ganado equilibrio de la cuenca occidental del Mare Nostrum. El patrimonio de la Casa de Austria se hallaba en peligro, y con él, no sólo el honor de la dinastía, sino la seguridad de todos los habitantes ribereños del mar interior.
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Cuando Ramiro Feijoo afirma que "se podría hacer una gran película sobre Barbarroja y sus piratas en el litoral español" pone el dedo en la llaga. Sin despreciar nada ni a nadie, uno no puede dejar de sentir cierta rabia cuando, al leer libros como éste, descubre que el hegemónico cine anglosajón nos ha impuesto un imaginario ajeno cuando teníamos a nuestra disposición verdaderos tesoros. Algo de culpa también nos corresponde a nosotros, con ese aldeanismo invertido que desprecia lo propio y da por bueno todo lo ajeno. Y es que la presencia corsaria en nuestro litoral mediterráneo fue algo muy serio, que mantuvo en jaque a la armada del mismísimo emperador Carlos V y convirtió el Mare Nostrum en uno de los lugares más peligrosos del orbe.
Los corsarios berberiscos, alentados por el sultán de Turquía, desafiaron el dominio marítimo de los pueblos cristianos, trasladando a otro medio la Reconquista, la ya entonces secular lucha entre los reinos cristianos y el mundo musulmán; y ciertamente no con menor virulencia. Quizás los líderes berberiscos más conocidos sean los míticos hermanos Barbarroja, líderes natos, osados y ambiciosos, renuentes a toda autoridad que no fuera la propia (y que por tanto, más que corsarios eran piratas completamente autónomos). Ellos marcaron la cúspide del poder berberisco al crear en Argel un reino pirata que nada tiene que envidiar a la legendaria Isla Tortuga y que es ampliamente analizado por Feijoo.
El impacto de la piratería en la vida de nuestros antepasados, a pesar del silencio que sobre ella extienden los libros de texto, no es nada desdeñable. Baste recordar dichos tan populares como el "no hay moros en la costa" u observar las múltiples iglesias-fortaleza que orlan nuestro litoral mediterráneo para comprender que, lejos de ser un hecho anecdótico, las incursiones piratas condicionaban en gran medida la vida cotidiana de nuestros antepasados. Un repaso a las incursiones berberiscas a lo largo del siglo XVI confirman la persistencia de los ataques y cómo afectaron a la casi totalidad de las poblaciones costeras. El cautiverio a que sometían los corsarios a los prisioneros capturados será también un fenómeno con múltiples consecuencias, desde la organización de fondos para su rescate (señala el libro que en los siglos XVI y XVII el 70% de los testamentos incluían cláusulas de legación de fondos para el rescate de cautivos) al desarrollo de las ordenes de mercedarios y trinitarios, dedicadas al canje de cautivos.
"Corsarios berberiscos" se extiende en torno a estos aspectos, narrando el auge y la decadencia de estos piratas que aterrorizaron a la nación más poderosa de la época desde sus refugios del norte de África, viniendo a desaparecer en la primera mitad del siglo XIX. El libro, ágil y entretenido, es a la vez riguroso y sobresale por su excelente documentación. Un gran trabajo que nos acerca a un fenómeno injustamente olvidado y que urge recuperar si queremos comprender nuestro pasado y, en consecuencia, también nuestro presente.
Jorge Soley Climent (www.archimadrid.es)