Acompañada de la madre de su futuro esposo, una dama inglesa, Miss Quested, llega a Chandrapore. Viene a la India británica para estar cerca del hombre con el que va a comprometerse matrimonialmente.
Recién llegada conocerá al doctor Aziz, un musulmán indio que se ofrece a organizar un viaje turístico a unas cuevas en las colinas de Marabar. Allí, en la enigmática cumbre del Kawa Dol, ocurrirá un acontecimiento que va a cambiar el rumbo de sus vidas.
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Corren los años veinte en la
Corren los años veinte en la India británica. Miss Adela Quested ha llegado a Chandrapore para decidir sobre su posible boda con el magistrado local británico, Mr. Ronald Heaslop. Varios indios y dos mujeres inglesas visitan unas cuevas cercanas a la localidad. Miss Quested nota/ sospecha/ afirma/ denuncia que en la oscuridad de la cueva ha sido atacada con intención sexual por el doctor Aziz, el médico indio que la acompaña. Aziz es ingresado en prisión en espera de juicio y las dos comunidades -india y británica- se enfrentan.
La tesis del libro es la de que, por mucho que una persona esté libre de prejuicios y tenga una mente abierta, su grupo social le impondrá sus normas y coartará su libertad. En la India, a comienzos del siglo XX, los ingleses consideran a los indios poco más que animales (aunque animales útiles) y éstos consideran a los primeros injustos y despóticos; por su parte, los mahometanos desprecian a los hindúes. La consecuencia es la de que aquel que intenta mantenerse al margen de los estereotipos será víctima de su propio grupo. Es el caso de Mr. Fielding, director de la escuela local.
Fielding es de pensamiento independiente, popular entre sus alumnos, y está convencido de la inocencia de Aziz. Se niega a aceptar que por el hecho de ser indio, haya que suponer su culpabilidad sin más pruebas. Esta actitud es considerada por los restantes miembros de la colonia británica como insolidaria y el profesor es expulsado del club. Fielding es un trasunto del mismo Forster, pero el problema de éste es mucho más profundo. Forster era homosexual y esta circunstancia -ser y no parecer- le obligaba a mantenerse a distancia del grupo europeo.
La novela plantea otra cuestión. Fielding se declara no creyente e incluso ateo. Forster está reflejando un estadio de la evolución religiosa desde la Ilustración a nuestros días. Los ilustrados eran deístas; creían que existía un Dios aunque éste no se inmiscuyera en los problemas de los hombres. En el siglo XX aparece el ateísmo como tal: Dios no existe; la ciencia lo ha demostrado; nosotros mismos somos dioses en el ejercicio de nuestra libertad; y al morir desaparecemos. Este modo de pensar se mantiene hasta hoy.
El libro está muy bien escrito. La prosa de Fielding es hermosa y se leen trescientas páginas con la facilidad con la que se bebe un vaso de agua; pero los problemas que plantea: homosexualidad, nacionalismo e incredulidad religiosa, siguen interpelando a la cultura occidental.
(Propuesto por Mariano2) Pasaje a la India (E. M. Foster, 1924) es un libro hermoso, equilibrado, que narra, con claridad y sencillez, la historia de una amistad y de un malentendido. La acción se desarrolla en el marco sociológico de la India británica anterior a la Segunda Guerra Mundial, en la ciudad india de Chandrapore, y muestra como temática de fondo el proceso, a veces azaroso, siempre complicado, en el que se desarrollan las relaciones humanas en un contexto de encuentro entre varias culturas. Finalmente la amistad será más fuerte que la suspicacia y las malas interpretaciones, pero el autor adopta un enfoque analítico que rehuye todo idealismo, por lo que el desarrollo de la amistad se nos presenta con todas sus virtudes, pero también en toda su complejidad y fragilidad humanas. Conviene hacer una advertencia: los típicos resúmenes del argumento de la novela suelen colocar en el centro de la trama la relación que existe entre un indio occidentalizado, el doctor Aziz, y una dama inglesa, miss Quested. No es cierto. Se trata simplemente de un sesgo romántico muy extendido entre editores y críticos literarios. El núcleo real de toda la novela lo constituye la relación entre el Director del Instituto de Chandrapore, un británico anti-imperialista apellidado Fielding, y el mencionado doctor Aziz, que es el personaje que goza de una mayor atención por parte del narrador.
En algunos casos puede ser diferente aquello que se percibe que aquello que se ve. La percepción de Foster se halla inevitablemente lastrada por su formación ideológica, de un radicalismo social y reformista muy acusado. Aquellos personajes que apoyan la colonización británica de la India están captados con ponderado realismo, pero también con manifiestas connotaciones negativas; en cambio los personajes más positivos pertenecen exclusivamente al grupo de aquellos que, desde distintos puntos de vista, cuestionan la eficacia de la presencia británica en la India. La historia ha demostrado hasta que punto son insidiosas este tipo de simplificaciones. El argumento clásico para justificar la colonización señalaba que Gran Bretaña constituía una garantía de paz para hindúes y musulmanes, y este argumento, presentado en la novela como una mera ficción imperialista, ha encontrado un cierto apoyo en los acontecimientos históricos del período post-colonial de la India y de Pakistán. En la novela, la simplificación de este planteamiento es excepcional, ya que en los demás aspectos el autor presenta la colonización británica de principios del siglo XX como un proceso complejo, más ligado a la cultura que a la economía, y apoyado por personas que no buscaban de forma preferente ningún tipo de lucro personal, sino simplemente conocer un país exótico o mantener el prestigio y la influencia inglesa en la escena internacional.
El fondo de la novela gira, inevitablemente, en torno a una pregunta fundamental: ¿es posible que sociedades muy diferentes compartan pacíficamente un mismo espacio geográfico? Precisamente por su renuncia expresa y deliberada a la simplificación, Pasaje a la India demuestra que, si bien las diferencias culturales causan una innegable tensión social, la contestación a este interrogante no admite una respuesta única y definitiva, pues el desarrollo de este tipo de situaciones depende de una pluralidad de factores. Como se ve, si hacemos abstracción del marco histórico de la novela, el tema goza de una gran actualidad en sociedades que, como la nuestra, se ven afectadas por el fenómeno de la inmigración masiva.
La visión de la religión que trasluce la novela también se halla mediatizada por la ideología reformista del autor. Las creencias religiosas no son cuestionadas directamente, pero los personajes psicológicamente más dinámicos o bien se declaran ateos (es el caso del profesor Fielding) o bien experimentan las realidades de su fe de una forma marcadamente superficial (doctor Aziz, Miss Quested...). De esta forma la religión se manifiesta en la novela como un hábito mental, sin duda útil y consolador en contextos sociales o personales caracterizados por culturas poco emancipadas, pero carente de sentido para las nuevas sociedades contemporáneas de Occidente. Insisto en que esta concepción no es el resultado de una argumentación madura o de un examen profundo, sino simplemente de un mero truco literario basado en la carencia de una personaje culto y humanamente atractivo que verdaderamente experimente la religión como fruto de la aspiración natural del ser humano hacia la verdad y hacia lo trascendente. Este concepto tan simplificador del fenómeno religioso es una nueva carencia de la obra.
Aunque ciertamente estos inconvenientes deterioran la novela en sus aspectos más generales, Foster es un agudo y riguroso observador de la conciencia humana, muy amante del detalle concreto, y poco dado a explicar el comportamiento de sus personajes con hueras generalidades. Por esta razón Pasaje a la India constituye una ficción rica en observaciones psicológicas y en agudos análisis de conciencia. En tanto que novelista, a Foster le gusta el equilibrio, la exactitud y una estructura narrativa clara, eficaz, sin digresiones facilonas e inútiles, con ritmo pausado pero ameno, y exenta de episodios escabrosos, grotescos o de mal gusto. Como conclusión puede decirse que en Pasaje a la India el narrador expresa mucho de lo que ve sin dejarse mediatizar por una percepción ideológicamente sesgada, por lo que finalmente resulta una novela que, a semejanza de los más grandes clásicos, enseña y entretiene.