Estamos ante un libro grande por el tamaño, por el valor de las imágenes que lo hacen delicioso a la vista y por el trabajo que se ha tomado su autor para explicar la historia de la Iglesia de una forma novedosa. Guy Bedouelle, que tiene publicada en español una historia de la Iglesia (EDICEP), que es una buena síntesis, se enfrenta en este libro al reto de mostrar el camino de la Iglesia en la historia no sólo con palabras y frases sino también con imágenes.
El reto no es pequeño porque el autor pretende mostrar lo esencial de veinte siglos. Para ello ha debido dar prioridad al enfoque teológico por encima del historiográfico (plagado de numerosas monografías que impiden una visión sintética). A mi parecer acierta plenamente en esa opción que posibilita una visión más clara y realista de lo que es la Iglesia. Convendría reflexionar sobre la utilidad de muchos manuales pluridisciplinares y voluminosos que acercan la lupa a demasiados detalles pero no son capaces de ofertar una visión de conjunto.
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El cristianismo es la religión de la Encarnación y por ello también la que tiene capacidad para transfigurar la cultura haciendo presente el Misterio en lo cotidiano de la vida. De ello quedan vestigios del pasado, principalmente en el campo del arte aunque también en la literatura, las leyes y las costumbres de los pueblos.
Sin embargo, este no es un libro de arte, sino un libro de historia y con graves juicios sobre los acontecimientos, como el que hace sobre la época medieval, donde el románico logró expresar “un orden natural consolidado y asegurado por la gracia”, o la visión del Renacimiento como “la edad del palacio” que sucede “a la edad de la catedral”. O cuando trata de la contrarreforma, se da cuenta de que fundamentalmente consistió “en el desarrollo pleno de los dones al servicio de la Iglesia a través de la santidad”.
Por el carácter del libro podemos decir de él que es sintético y al mismo tiempo muy expresivo. La síntesis nos viene por el texto y la amplitud de miras y el enfoque global por las maravillosas imágenes que lo acompañan. Probablemente ser capaz de resumir, con sentido y acertando en lo importante, veinte siglos de historia sea muy difícil. Se nos antoja que decidir que imágenes tienen capacidad para abrirnos a lo que se quiere expresar es mucho más complicado. Este libro es un acierto en ambos sentidos. Se puede correr el riesgo de quedar fascinado por las ilustraciones y despreciar el texto. Sería un triste error porque pocas veces, de forma tan sugerente, se ha explicado la historia de la Iglesia. Podrían decirse muchas más cosas, pero nada de lo que aquí se contiene es superfluo.
Probablemente un libro como este consiga además dos cosas: mostrar la importancia de la estética en el hablar sobre Dios y aficionar a la historia a los reacios que se sentirán atraídos por la belleza de la presentación y las imágenes. Un lujo de libro.