En la tradición anglosajona existe la costumbre de mezclar categorías contrapuestas: sagrado y profano, racional y metafisico», trágico y cómico, lógico y absurdo. Esta costumbre ha dado lugar al nacimiento de varias corrientes literarias entre las que se encuentra la popularmente denominada «ciencia—fjcción».
C.S. Lewis, uno de los más prestigiosos nombres de la cultura anglosajona, no fue ajeno a la tradición literaria a la que nos referimos. Sus tres novelas conocidas como «Trilogía espacial» o «Ciclo interplanetario: Lejos del planeta silencioso (1938), Perelandra (1943), Esa horrible fuerza (1945)», son narracciones en las que la sugerente ciencia-ficción se mezcla con una ardiente «teología-fíccion"; en todas ellas se representan y reavivan los viejos dramas humanos (responsabilidad, mal, culpa...) y las eternas cuestiones metafísicas.
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En la primera, el protagonista (Ransom) es raptado por Weston y Devine durante un paseo por la campiña inglesa e introducido en una extraña nave espacial. Weston es un científico que ha inventado una forma de navegar por el espacio de la que no se dan detalles ni se necesitan. Ransom sólo sabe que está en medio del vacío a bordo de una nave espacial esférica y que se dirige hacia un planeta llamado Malacandra y que va a ser entregado a los sorns. No sabe quienes son los sorns, pero su imaginación vuela y teme la llegada a Malacandra.
La llegada al planeta es alucinatoria. Lewis describe el paisaje de Malacandra con tal claridad que nos parece tenerlo delante.
Los sorns acuden a la nave de la Tierra. Son unos seres altísimos, blancos y muy delgados. Ransom, creyendo que va a ser sacrificado de alguna forma espantosa y sangrienta, huye. De esta forma iniciará una aventura por Malacandra en el curso de la cual conocerá la cultura de los hrossa, unos seres anfibios que se dedican a la pesca y la poesía.
Pronto se entera de que sorns y hrossa adoran a una deidad llamada Maleldil, que no es en absoluto abstracta, sinó que se encuentra en algún lugar del cielo. Por debajo de Maleldil están los oyarsa, los señores de cada mundo, y aún debajo, los eldiles, criaturas de luz capaces de viajar de mundo en mundo y que gozan de algo muy parecido a la ubicuidad.
Todos los mundos del Campo del Árbol (el Sistema Solar) hablan el mismo idioma y sus oyarsas están comunicados. Todo el sistema es una gran comunidad.
Todos excepto uno. Un mundo cuyo Oyarsa se rebeló contra Maleldil y cuyos eldiles son malvados, y que por ello fue sometido a estado de sitio. Un mundo en el que el antiguo Idioma del Arbol se disgregó en mil lenguas diferentes. Un mundo que todos llaman Thulcandra, el Planeta Silencioso. La Tierra.
Ransom llega a hablar con el oyarsa de Malacandra, después de pasar por una intensa fase de aculturación entre los hrossa (durante la que descubre que se encuentra en Marte). Los sorns no pretendían sacrificarlo, el oyarsa solo pretendía entrevistarse con él. Fue la perversa mente de Weston la que lo hizo todo.
En su entrevista con el oyarsa, Ransom averigua que el estado de sitio de Thulcandra está a punto de terminar. La Tierra va a ser liberada de la Edad de Hierro en que vive y volverá a formar parte del Campo del Árbol