El
Papa Francisco, en la Encíclica sobre la fe, escogía a San Agustín como modelo
de hombre que a lo largo de su vida buscó incesantemente la verdad hasta que,
con la gracia de Dios, la encontró en Cristo y procuró, en adelante, vivir en
ella: "En la vida de san Agustín encontramos un ejemplo significativo de este
camino en el que la búsqueda de la razón, con su deseo de verdad y claridad, se
ha integrado en el horizonte de la fe, del que ha recibido una nueva
inteligencia. Por una parte, san Agustín acepta la filosofía griega de la luz
con su insistencia en la visión. Su encuentro con el neoplatonismo le había
permitido conocer el paradigma de la luz, que desciende de lo alto para
iluminar las cosas, y constituye así un símbolo de Dios. De este modo, san Agustín
comprendió la trascendencia divina, y descubrió que todas las cosas tienen en
sí una transparencia que pueden reflejar la bondad de Dios, el Bien. Así se
desprendió del maniqueísmo en que estaba instalado y que le llevaba a pensar
que el mal y el bien luchan continuamente entre sí, confundiéndose y
mezclándose sin contornos claros. Comprender que Dios es luz dio a su
existencia una nueva orientación, le permitió reconocer el mal que había
cometido y volverse al bien. Buscar la verdad es la tarea esencial del hombre"
(Papa Francisco, 2013: n. 33).
Precisamente la editorial Desclée De
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ha tenido el acierto de editar una de las obras más importantes del pensador
alemán Romano Guardini sobre la conversión de San Agustín,
narrada por él mismo en su autobiografía espiritual llamada Las confesiones,
tantas veces leída y meditada desde el siglo V.
Guardini señalaba el final del itinerario con estas
palabras: "El Dios al que se ha convertido y en cuya presencia escribe
sus Confesiones no es el ser absoluto de la filosofía, sino el Dios
santo y viviente del Antiguo y del Nuevo Testamento. Es el Dios que se levanta,
entra en la historia y actúa en ella. Es el Dios que llama a la persona
individual y la introduce en una historia" (p.14). Por tanto, Agustín llegará
hasta Dios buscando la verdad plena.
A ese
camino es el que el propio Agustín desea invitarnos con su obra de las
Confesiones: "El camino hacia Dios para el hombre es el hombre. Agustín quiere
que su vida de testimonio de la posibilidad de llegar a Dios. El lector debe
entenderlo, asumirlo como propio y, así, ponerse él mismo en movimiento"
(p.25).
Un camino
que no fue fácil para Agustín ni lo es tampoco para nosotros, pues como le
pasaba a él, "encontramos una oposición entre vida de los sentidos y existencia
creyente cristiana" (p.53). Y añadía Guardini
después: "El cristianismo quiere llevar al hombre entero a una relación viva
con Dios, a un encuentro con Dios. Para ello hay que desatar la cadena que le
ata al mundo. Pero esta cadena consiste en la voluntad, en el
class=SpellE>esclavizamiento respecto del instinto, del instinto
orientado hacia el poder, el tener y el sexo" (p.198)
Pero lo
importante es que la amplitud de miras y el horizonte de grandeza hacia la
verdad plena siguen siendo buenos resortes: "Agustín aspira con todas las
fuerzas de su vida emocional y de su voluntad a la vita beata: a aquella
existencia totalmente saturada de valor y, por eso, definitivamente plena"
(p.54).
José Carlos Martín de la Hoz
Romano Guardini,
href="http://www.clubdellector.com/fichalibro.php?idlibro=9626">La Conversión
de Aurelio Agustín. El proceso interior en sus Confesiones
style='font-style:normal'>, ed. Desclée
De Brouwer, Bilbao 2013, 247 pp.