Al comenzar el año

 

Para comenzar el nuevo año, nada mejor que continuar pensando en el reinado de Felipe II, nuestro monarca más universal e injustamente denostado por las leyendas negras que se han seguido cerniendo sobre su figura y su obra hasta nuestros días.

Precisamente,  entre muchas de sus grandes contribuciones a la historia de la Iglesia y de la sociedad, está su gobernación en América. Desearía ahora detenerme de modo particular en la capacidad de aquellos reyes de rodearse de hombres y mujeres fieles al rey y a la Iglesia, buscadores de la verdad y del bien, hombres de conciencia.

Este es un dato clave, pues no eran las ideologías las que les movían a actuar, siempre variables y acomodaticias a los intereses personales o familiares, sino asuntos de conciencia que afectaban a su salvación y al bien común.

Es interesante que en los manuales de moral económica que se publican abundantemente en esos años en Sevilla, en Medina del Campo, en Valladolid y en Toledo, muestran que lo importante es la salvación y la honradez y no el buscar el modo de enriquecerse que puede llevar a perder el alma.

Volviendo al tema de América, convendría señalar en este marco de ideas y continuando con el tema de fondo de las relaciones entre gobierno civil y gobierno eclesiástico en la época de Felipe II, algunas consideraciones que pueden ser iluminadoras sobre la cuestión.

Se trata de un asunto que fue objeto de debate en el Acto académico que se tuvo lugar hace unos semanas en la Universidad Complutense de Madrid, en la Facultad de Derecho, acerca del V Centenario de la muerte del Cardenal Cisneros.

La profesora María Saavedra Inaraja, Coordinadora del área de Historia y Humanidades de la Universidad San Pablo-CEU, y antigua alumna de la Complutense, como el resto de los doctores que intervinimos en el Acto (provenientes de diversas Universidades civiles y eclesiásticas), en su aportación sobre el cardenal Cisneros y América, resaltó que Cisneros había centrado el tema americano.

En efecto, Cisneros con sus trabajos entre 1492 y 1517, tanto como confesor de la Reina, regente del Reino y como miembro del Consejo de Indias, los problemas de la Evangelización y del Gobierno de las Indias, había intervenido de modo capital. De hecho, desde la muerte de Cisneros hasta el siglo XVIII, en la práctica no hay asuntos de fondo que resolver.

Bajo su mandato fueron dilucidados tanto el problema de la encomienda indiana, incluso las   bases para encauzarlo, en las leyes de 1512 y 1521, como para establecer el régimen del Patronato de Indias.

Las sucesivas leyes de Indias y sus también sucesivas recopilaciones, tantas veces dictadas y tan poco vividas, estarán siempre dictadas en favor del indio y  sobre un derecho laboral que tiene en cuenta la dignidad de la persona, la supresión de la esclavitud y la insistencia del buen tratamiento de los naturales como súbditos de la Corona de Castilla, como la Reina Isabel escribió en su testamento bajo la mirada de su confesor Cisneros. Incluso esas ideas estarán en el fondo del derecho de gentes y de los títulos de la presencia en América sugeridos por Francisco de Vitoria.

José Carlos Martín de la Hoz