Amor, atracción, egoísmo

 

Cada vez somos más conscientes de que en el día a día, entre las personas que conocemos, con dificultad se percibe un auténtico amor. Es indudable que una relación lógica de hombre y mujer surge por una cierta atracción, que va confirmándose con el trato, con el profundizar más en quién es quién. De un modo superficial no se puede hablar de amor. Muchas veces hemos oído que una persona ha tenido un descubrimiento, un flechazo que le ha llevado a mirar de modo distinto a alguien.

Pero pensándolo un poco nos damos cuenta de que eso no puede ser todavía amor. Es necesario profundizar, conocer de cerca a la persona, ir al fondo de su ser, sin dejarnos engañar solo por lo exterior. Hace falta tiempo. Pero hoy en día observamos relaciones notoriamente superficiales. Como si se diera menos importancia al para qué, al por qué y nos quedamos en el cómo. No deja de ser curioso que veamos a un hombre y una mujer que hablan de su pareja, y no sabemos si son amigos, novios, o incluso marido y mujer.

Surge, con bastante frecuencia una incertidumbre “y ciertamente lo es en una cultura de consumo como la nuestra, que da preferencia a los productos que están ya listos para ser usados al momento, pero también a las soluciones rápidas, a la satisfacción instantánea, a los resultados que no requieren de esfuerzos prolongados, a las recetas fáciles e infalibles, a los seguros a todo riesgo y a las garantías de devolución del importe de compra “si no queda usted satisfecho”[1].

Consumo de placer, que poco tiene que ver con el enamoramiento. Superficialidad que es más hedonismo, inclinación al placer inmediato, que cualquier otra cosa. Por lo tanto, puro egoísmo. Porque solo el conocimiento mutuo puede llevar a la entrega generosa, que no es simplemente la placentera, que es pensar en el otro. “Sin humildad y coraje, no hay amor. Ambos son necesarios, en cantidades ingentes y constantemente repuestas, cuando alguien entra en un territorio inexplorado y no cartografiado; y el amor, cuando surge entre dos seres humanos, los introduce en un territorio así”[2].

Ahora, sin embargo, parece que las cosas son de otra manera: “Vuestras miradas se encuentran a través de una estancia llena de gente; surge la chispa de la atracción. Charláis, bailáis, reís, compartís una bebida o un chiste, y casi sin daros cuenta, uno de vosotros pregunta: ¿en tu casa o en la mía?”[3]. Puro placer, puro egoísmo y un peligro grande de que nunca se llegue al auténtico amor, que es generosidad, que es entrega.

Ángel Cabrero Ugarte

[1] Zygmunt Bauman, Amor líquido, Paidós 2018, p. 25

[2] p. 25.

[3] p. 29.