Anarquistas y comunistas

 

En el estudio de la persecución religiosa en las segunda República y la guerra civil española (1931-1939) hay un elemento de capital trascendencia y en el que muchas veces se pasa por encima, se da por sabido o no se le atribuye la importancia que se merece. Me refiero a la enorme diferencia que existía, no solo en el terreno teórico, sino en el práctico, entre el anarquismo y el comunismo, como ideologías fuertemente consolidadas entre las masas obreras y campesinas en la España de aquellos años.

Efectivamente, en los primeros días de la guerra civil española, aprovechando la insurrección de parte del ejército en un auténtico alzamiento militar, todas las fuerzas revolucionarias se plantaron en la calle en las zonas que quedaron bajo la obediencia de las autoridades de la República para poner en marcha una verdadera revolución libertaria o comunista o socialista dependiendo de quienes fueran la mayoría en aquella zona, de la capacidad de maniobra y de la inmediata preparación que hubieran realizado antes del conflicto.

Precisamente esa revolución, verdadero remedo de la de 1934 pero ya con caracteres generales, se desenvolvió con una especial violencia inusitada, con ejecuciones sumarias, listas de personas previamente realizadas, sistemáticos embargos domiciliarios de las casas de políticos moderados o de derechas, empresarios, miembros de la nobleza o simplemente por ser un hombre acaudalado y, finalmente, aunque fue lo más llamativo los fusilamientos, asesinatos y matanzas de obispos, clero, religiosos/as y simplemente hombres o mujeres conocidos como creyentes junto con la quema de iglesias, conventos y establecimientos religiosos.

Es muy interesante reflejar que en esas actuaciones aparecieron significados el carácter diferente de los anarquistas y de los comunistas, en las actuaciones de los primeros días. Evidentemente, la diferencia entre los lemas de la revolución libertaria y de los comunistas tuvieron claras distinciones. Sobre todo, en aquellos lugares, como Cataluña y, especialmente, Barcelona donde al ser mayoría los anarquistas en las fuerzas de izquierda revolucionaria tuvieron que ser combatidos por la propia República con la ayuda de las demás fuerzas.

los anarquistas españoles y especialmente la CNT crecieron desmesuradamente hasta tener 500.000 fichas en toda España dentro de un clima de comunismo libertario y de una gran fraternidad entre ellos de un tipo casi religioso, con ayudas mutuas y un gran carácter utópico. Tomaban también algunos elementos religiosos, aunque dejaban las creencias para el interior de la conciencia. los comunistas españoles de base, las células de los barrios extremos, eran muy fríos y profundamente ateos. profesaban un materialismo dialéctico, con clara conciencia de clase. Es muy interesante que el pensador Bertrand de Jouvenel (1903-1987) tomara conciencia de esa lucha: “un debate que recoge necesidades económicas y psicológicas a partes iguales”. Los comunistas solo buscan “medios de asalto al poder”, mientras que los anarquistas “ofrecían una comunión humana” (161).

José Carlos Martín de la Hoz

Jorge de Palacio Martín-Guillermo Graíño Ferrer (Coord), ¿Atenas y Jerusalén? Política, Filosofía y Religión desde 1945, ediciones Tecnos, Madrid 2022, 495 pp.