El catedrático de Filología latina de la Universidad de Sevilla y miembro de la Real Academia de la Lengua, Juan Gil (Madrid 1939), ha publicado con motivo del quinto centenario de la muerte del famoso latinista, una sencilla semblanza del gran gramático y humanista (92) Juan Martínez de Cala o Juan de Lebrija (1444-1522), naturalmente Juan de Lebrija no es Juan de Nebrija, es decir, un sevillano que se haría famoso por su gramática y su método de enseñanza de la lengua latina.
El problema del nombre radica en el cambio del propio autor la introducido en la firma de la traducción del apellido Lebrija al latín como Antonius Nebrissensis en vez de Lebricensis y ese cambio quedó para la historia, pues hizo derivar el nombre de Lebrija del latín Nebrissa una antigua población romana en ese mismo lugar, es decir que las erratas a veces se hacen congénitas. En cualquier caso, es una pena para quienes conocemos Lebrija, ese hermoso pueblo de la Campiña sevillana y recordamos la anécdota del sagrario de verano; una capilla lateral adonde es trasladado el santísimo durante el verano para que “El Señor esté más fresquito y con Él los que vengamos a verle”, frase que pronuncia solemnemente el párroco cada año, exactamente el domingo último de junio.
Indudablemente, su obra más conocida en su obra “Introductiones Latinae” (Salamanca 1481), se extendió por todas las universidades de Hispania y fue llevada a América por los jesuitas, pues la adoptaron de libro de texto y no olvidemos que se abrieron camino en la Universidad con las cátedras de gramática y con la enseñanza media, aunque la retocaron tanto y por tantas manos que la edición que manejaban apenas se parecía al original.
Antonio de Lebrija tuvo la fortuna de recibir en 1465 una beca de estudios, gracias a su tío, arcediano de Sevilla, para trasladarse al célebre colegio español de Bolonia donde realizó estudios teológicos con el resto de los treinta colegiales españoles de su promoción.
Pronto descubriría su inclinación por la lengua latina y abandonaría la teología para culminar sus estudios en Bolonia y, posteriormente, regresaría a la península para trabajar en la Universidad de salamanca, primer como lector y después como catedrático (1475-1486, 1505-1508, 1509-1513). Asimismo, en 1509 fue nombrado cronista real (40) y, finalmente, se trasladaría a la universidad de Alcalá de Henares como catedrático a requerimiento de Francisco de Cisneros hasta su muerte (1513-1522).
Recordemos que sus trabajos para intervenir en la poliglota complutense le llevaron a la enemistad de dominicos y agustinos por haber retocado algunos textos de la vulgata donde claramente se habían introducido crasos y patentes errores de los copistas (30). Con gran paciencia y respeto por las autoridades eclesiásticas sometía sus obras a los censores que siempre valoraron su fe católica y su fina ironía sevillana para conllevar las impertinencias de sus enemigos (66).
José Carlos Martín de la Hoz
Juan Gil, Antonio de Lebrija. El sabio y el hombre, ediciones Breviarios Athenaica, Sevilla 2021, 110 pp.