La apertura del Año
Judicial ofrece una imagen solemne del Poder Judicial ante el Estado. Sin
embargo la fotografía del acontecimiento me parece patética en la
forma y el fondo. Desde el fiscal general Conde-Pumpido hasta el ministro de
Justicia Caamaño, todo son bambalinas trasnochadas: las togas, los
ostentosos collares y medallas, las puñetas, etc.
En cuanto al fondo, el informe leído
refleja, aunque sea pobremente, que la criminalidad crece de modo alarmante en
España, año tras año. Porque esos representantes de la
justicia, y quienes les precedieron como el ex ministro Bermejo, han degradado
la Justicia vendiéndose al poder Ejecutivo. El Ejecutivo de Zapatero
tiene parte de culpa en que falten medios para agilizar la Justicia y eso es ya
una injusticia.
Estos jueces que controlan ahora
la Justicia se apuntaron al uso alternativo del derecho, que es su
negación, pues las razones y las sentencias se fabrican de acuerdo con
el que manda. No parece que crean mucho en la Justicia y tienen culpa por ello,
ya que algo estudiaron acerca del derecho, de la
justicia, y de la ética, en la facultad de Derecho. Aunque es preciso
decir en disculpa suya que allí también se ha instalado desde
hace años el positivismo jurídico que abomina del Derecho Natural
como algo objetivo. Sin embargo, la sociedad tampoco tiene las manos limpias,
porque ha abandonado las normas de ley natural moral que sustentan el derecho y
hacen posible la
convivencia. Y así nos va.
La solución es sencilla pero
difícil como los asuntos graves del hombre: separar el poder Judicial
del poder Ejecutivo, tal como figuraba en la teoría política de
Montesquieu, aquel que algunos daban por muerto. Además, la sociedad debería
apoyar los valores humanos, empezando por la vida, la familia y la
religión, en lugar de encumbrar las conductas torpes de algunos famosos.
Una educación de calidad en los valores es imprescindible, pero nada de
esto interesa al gobierno de Zapatero con su Ley Orgánica de la Educación
y su estrella, la
«Educación para la ciudadanía»: un
modo artero de hundir a los alumnos desde la más temprana edad y de
anestesiar a la
sociedad. Hace muchos siglos que el sabio Agustín de
Hipona dijo que: «Sin la virtud de la justicia, ¿qué son
los gobiernos, sino unos execrables latrocinios?». La filosofía ve
venir las cosas malas y las buenas desde lejos.
Javier Ortigosa
Doctor en Derecho Canónico