Miguel mira a Luis mientras se seca las lágrimas. Luis limpia la barra con un trapo desgastado. Detiene su acción y mira a un pequeño y asustado Miguel, que no le quita el ojo de encima, sale de detrás de la barra y se acerca al pequeño. Con ternura, le pone una mano sobre la cabeza para despeinarlo un poco. Miguel, algo más tranquilo, esboza una pequeña sonrisa.
- ¡Qué desastre! –bromea Luis – Será mejor que limpiemos todo esto antes de que venga algún cliente.
Miguel mira a Luis con tristeza.