Decía
la Epístola a Diogneto: "como el alma es al cuerpo, así son los cristianos para el mundo". Ya
desde los primeros siglos, los cristianos se sentían protagonistas de la
construcción de la sociedad. Pues,
como decía, más adelante: "Los cristianos
residen en su propia patria, pero como extranjeros domiciliados. Cumplen todos
sus deberes de ciudadanos y soportan todas sus cargas como
extranjeros...Obedecen a las leyes establecidas, y su manera de vivir está por
encima de las leyes...Tan noble es el puesto que Dios les ha asignado, que no
les está permitido deserta
r" (Epístola a Diogneto,
5,5.10; 6,10).


            Por tanto, la constatación de puntos de crisis en nuestra
cultura, se convierten en llamadas a avivar la fe, para ser más luz y alumbrar
las oscuridades de nuestra sociedad. La solución no está en quejarse, ni en
análisis paralizantes, sino en la manera personal de vivir
la fe. Los cristianos debemos sentirnos interpelados ante la
violencia, el egoísmo, la corrupción, la falta de valores evangélicos de
nuestro entorno. Debemos ser más responsables para avivar nuestra fe, conocer
mejor el tesoro de la Revelación y darlo a manos llenas. El problema de un
mundo a oscuras estriba en dar puntos de referencia; en dar más luz.


            Hay muchos puntos de contacto con la cultura
contemporánea. Esta sociedad tiene muchas raíces cristianas. Por eso los
cristianos, como decía la Epístola a Diogneto,
debemos dar más alma a este cuerpo egoísta.


            La filiación divina es una filosofía de la vida. De una nueva vida. 
La clave por tanto radica en un trato cercano con Dios.  Es necesario ese trato con Dios habitual y
constante para que se avive
la fe. Sin relación personal no hay un cristianismo
autentico.


        Como decía Benedicto XVI:
"«Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es solamente uno» (Dt 6, 4). Existe un solo Dios, que es el
Creador del cielo y de la tierra y, por tanto, también es el Dios de todos los
hombres. En esta puntualización hay dos elementos singulares: que realmente
todos los otros dioses no son Dios y que toda la realidad en la que vivimos se
remite a Dios, es creación suya. Ciertamente, la idea de una creación existe
también en otros lugares, pero sólo aquí queda absolutamente claro que no se
trata de un dios cualquiera, sino que el único Dios verdadero, Él mismo, es el
autor de toda la realidad; ésta proviene del poder de su Palabra creadora. Lo
cual significa que estima a esta criatura, precisamente porque ha sido Él quien
la ha querido, quien la ha «hecho». Y así se pone de manifiesto el segundo elemento
importante: este Dios ama al hombre" (Benedicto XVI, Deus
Caritas est, n.9).


        Que buen momento este
verano, con paz y serenidad para releer esa Encíclica destinada a ser puesta
por obra, después de ser meditada en la conversación con Dios que alimenta la
vida del cristiano y aviva su fe.


 


José
Carlos Martín de la Hoz


 


Para leer más:


Benedicto
XVI, Encíclica "Deus caritas est":


http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/encyclicals/documents/hf_ben-xvi_enc_20051225_deus-caritas-est_sp.html