Parecía que el Pontificado de Benedicto XVI se orientaba
en la línea de un Pontificado de transición, como tantos otros a lo largo de la historia. Pero ya se ve que será de transición, sólo en
cuestiones de la organización de la Curia Vaticana, pero no en las cuestiones de fondo. El
Pontífice, bien conocedor de las corrientes de pensamiento actuales, parece
empeñado en dar a los cristianos y a los hombres de buena voluntad unas
orientaciones claras de futuro.
De ahí su empeño por impulsar la vida espiritual de los
cristianos del mundo entero. Ese es el
tema de su primera Encíclica: Deus
Caritas est. Y este es su objetivo: que los cristianos vivamos
enamoradamente nuestra fe, pues el amor es la señal de los discípulos de
Jesucristo. Ese es, también, el marco de la renovación litúrgica que está
llevando a cabo, como manifestación de fe y de amor.
Precisamente en su libro Jesús de Nazaret vuelve a presentar a un Cristo histórico y
plenamente leído en la Iglesia y en la
Tradición. Rompiendo falsas distinciones del Cristo histórico y el Cristo de la fe, nos
presenta un Dios accesible, amable, misericordioso. En efecto, sólo renovando
la intimidad con Jesús de Nazaret podremos los cristianos dar un nuevo impulso cristiano
a la nueva civilización que está surgiendo al inicio del tercer milenio,
después del ocaso de la cultura de la Modernidad.
En su última Encíclica, Spe salvi, Benedicto XVI aborda la cuestión clave: ¿Dónde podemos
anclar nuestra esperanza? Sólo en el amor eterno de Dios. Los hombres de todas
las generaciones necesitan una ilusión para vivir, un anclaje firme en sus
vidas, una esperanza fundada. El Santo Padre desenmascara las falsas ilusiones
de la historia, para conducirnos suavemente a la raíz de toda esperanza: Cristo
Salvador
Pero para ello, Benedicto XVI no deja de abordar y dar
respuestas al problema de la existencia del mal en el mundo, de la injusticia,
del dolor y del sufrimiento. En estas páginas el Pontífice muestra como la
Iglesia es experta en humanidad y conocedora del corazón del hombre de hoy.
Ante un mundo gobernado, en muchos países, por descreídos
o por grupos de presión empeñados en erradicar la visión trascendente de la vida,
que dejan la vida humana en coexistencia pacífica y placentera, sin límites
éticos, sino con éticas pactadas sin verdad ni convicciones, el Papa ofrece una
solución duradera y fecunda: abrir las almas a Cristo, al Salvador.
Un mundo incapaz de parar el cambio climático sí puede
parar el creciente materialismo volviendo a las raíces cristianas del amor, la
búsqueda de la verdad y de la justicia. En vez de autodestruirse rompiendo sus raíces,
busquemos en ellas la solución.
Las llamadas del Pontífice a la unidad en Cristo Jesús
son apremiantes. El ecumenismo pleno es síntoma de un gran vigor espiritual. Es
preciso volver a la unidad, pues la
desunión es escándalo para muchos y desconcierto para otros. La Esperanza que
el Pontífice subraya no es mero optimismo, ni fugaz mirada hacía un futuro
prometedor. Vale la pena leer detenidamente la Encíclica sobre la esperanza.
José Carlos Martín de la Hoz
Para leer más:
Benedicto XVI (2007) Spe salvi. Sobre la esperanza cristiana,
Madrid, Palabra
http://www.clubdellector.com/fichalibro.php?idlibro=6786
Benedicto XVI (2006) Deus caritas est, Madrid, Palabra
http://www.clubdellector.com/fichalibro.php?idlibro=4366
Benedicto XVI (2007)
Jesús de Nazaret, Madrid, La esfera de los libros.
http://www.clubdellector.com/fichalibro.php?idlibro=6341