La publicación de las Actas del Simposio celebrado en la
Facultad de Teología de la Universidad de Navarra de abril del 2009, dedicado a
la Comunión en los Padres de la Iglesia es una buena oportunidad para recordar la
profunda unidad de los cristianos ya en los primeros siglos. Una unidad que se
basaba en el hecho de la Encarnación del Señor. Así lo recuerda el Prof.
Carrasco en su intervención: "La reflexión teológica habrá de dar razón de sus
afirmaciones mostrando con rigor el aunarse de historicidad y singularidad en
la figura de Jesús y, por consiguiente, mostrando también cómo sus
contemporáneos pudieron experimentar en su presencia una novedad real, que les
abría posibilidades inesperadas de comprensión" (Alfonso Carrasco, p.25).


Efectivamente:
"La acogida del evangelio del Reino lleva a la nueva comunidad donde Jesús es
el Señor de la casa" (Alfonso Carrasco, p.29). Además, señala hablando de la
Resurrección de Jesucristo: "De esta afirmación de la resurrección pende la fe
y toda la historia de la Iglesia" (Alfonso Carrasco, p.33).


Vale la pena aportar algunos textos antiguos contenidos
en estas Actas. Por ejemplo un texto del final del siglo II: "Los custodios de
la verdadera tradición, que procede directamente de los santos Apóstoles Pedro,
Santiago, Juan y Pablo, así como un hijo recibe la herencia de su padre (aunque
sólo pocos seamos como los padres), han llegado hasta nosotros, con la ayuda de
Dios y han sembrado la semilla apostólica originaria" (San Clemente de
Alejandría, Stromata, 1,11, 1-3.


De ahí que Tertuliano, escriba poco después: "Todas las
Iglesias, por tanto, son primeras y todas son apostólicas, porque todas forman
una sola. Son testimonio de esta unidad la comunicación mutua de la paz, el
hecho de llamarse hermanas y el ejercicio de la hospitalidad. Todas
estas propiedades no se rigen por otra ley que aquella de una única tradición
de un mismo misterio" (Tertuliano, De Praescriptione,
20, 5-9).


Años después, subrayará San Hilario de Poitiers: "Las
nuevas generaciones que han recibido instrucción de los escritos y de los
libros sellados (el Antiguo Testamento), han de contemplar lo presente a partir
de los acontecimientos antiguos, uniendo así lo presente con lo pasado para
venerar lo pasado por lo presente" (Hilario de Poitiers, De Mysteriis,
2,14).


Hay pues, como muestran las Actas de este Simposio, una continuidad
de la iniciativa divina y en eso consiste la historia de la salvación. En ese
sentido subraya Grossi: "Los símbolos de la fe fueron en la antigüedad cristiana,
para cualquier iglesia, la expresión sintética de su fe, y les permitía
reconocerse mutuamente" (V. Grossi, p.51). Además, fueron probados por la prueba
del martirio y la persecución.


Respecto a los Sínodos y Concilios de la antigüedad
señala el Prof. Ramos Lissón: "Se podría afirmar, que
el factor genético decisivo de los concilios fue la aparición en el curso del
siglo II, de una fuerte conciencia sinodal, después que la autoridad in persona de cada obispo se afirmara
definitivamente como elemento básico de la constitución sinodal" (Ramos Lissón p.194). Y añade: "El Concilio de Nicea y los
Concilios Ecuménicos sucesivos no suponen una ruptura con la concepción sinodal
anterior, sino que se aprecia una continuidad conceptual" (Ramos Lissón, p.199).


 


 


José Carlos Martín de la Hoz


 


AA.VV, La communio en los
Padres de la Iglesia
, ed. Eunsa, Pamplona 2010,
375 pp.