En los últimos años ha habido tres grandes autores que se han dirigido a la comunidad islámica y han realizado “lecturas ilustradas” del Corán y de la Suna; el controvertido teólogo Hans Küng (1928-2021), El islam. Historia, presente, futuro (2004) (traducido en ediciones Trotta, Madrid, 2006); Juan José Tamayo (1946), Secretario de la Asociación de Teólogos Juan XXIII, Islam. Cultura, religión y política, Madrid, ediciones Trotta, 2009 y, finalmente, de Dolors Bramon (1943), Instituto de Estudios Catalanes y profesora del Instituto Superior de Ciencias Religiosas de Barcelona, El islam hoy. Algunos aspectos controvertidos, Fragmenta Editorial, Barcelona, 2019.
Evidentemente contrastan las opiniones de estos autores con las tres grandes interpretaciones que la Teología Católica ha hecho del Islam a lo largo de la historia. En primer lugar, la crítica autorizada de san Juan Damasceno (676-749), uno de los principales exponentes de la patrología griega quien, en uno de sus principales tratados, “La fuente del conocimiento”, en el segundo libro "Sobre las herejías", se refiere ampliamente al islam que conocía muy bien por trabajar como funcionario en la Corte Omeya de Damasco, denominándolo como: “la herejía de los ismaelitas”. De hecho, su tratado “de fide Ortodoxa” ha ayudado a las comunidades cristianas que, a pesar de todas las persecuciones han sobrevivido y han sido fieles al nombre de Jesucristo y su doctrina salvadora en territorios de Asia Menor, Mesopotamia, Irak, Irán, India, y el extremo Oriente. En segundo lugar, ya en la reconquista, Pedro el Venerable (1096-1156), abad de Cluny redactó la primera traducción al latín del Corán junto a un comentario exegético donde recogía la sustancia del pensamiento del Damasceno sobre el Islam, es decir una secta herética de carácter nestoriano. Finalmente, el cardenal Nicolás de Cusa (1401-1464), quien después de haber trabajado denodadamente como legado pontificio para evitar la caída de Constantinopla en 1453, redactó dos obras dirigidas a los musulmanes para dialogar con ellos: La paz de la fe (de pace fidei) en 1453 y Examen del Corán (cribatio alcoranis) en 1460. Para elaborar su trabajo dedicó muchos años al estudio del Corán y la Suna, para concluir que en el Corán había suficientes textos ortodoxos sobre Jesucristo para la conversión a la verdadera fe de los musulmanes. Además, matizaba las conocidas obras de Santo Tomás (1224-1274), Ricoldo de Monte Crucis (1243-1320), Dionisio el Cartujano (1402-1471) y Juan de Torquemada (1348-1468).
Es interesante tener en cuenta que tanto si se considera al Islam como una secta cristiana, tal y como marca la teología católica desde la antigüedad, como si se le trata como una religión necesitada de cribar su doctrina por la razón ilustrada, se está olvidando la inexistencia de un magisterio universal islámico receptor de nuestro juicio. Recordemos que en la interpretación de la mujer en el Islam en la obra de Bramon se están mezclando las diversas maneras de vivir la fe musulmana: formación, coherencia de fe y vida (27-28), se está olvidando que gran parte de las mujeres musulmanas siguen conformes con el papel que el Corán les atribuye (127) y, finalmente, que la condición de la mujer en el islam no depende solo de criterios coránicos (39, 152).
José Carlos Martín de la Hoz
Dolors Bramon, Ser mujer y musulmana, ediciones Bellaterra, Barcelona 2009, 167 pp.