Desde Etty Hillesum

 

La profesora Rosana Navarro Sánchez desarrolla en este breve estudio un itinerario vital que parte de las obras de Etty Hillesum (1914-1943) y llega a los contenidos que el lector tiene entre sus manos.

Verdaderamente, el problema del sufrimiento y del dolor en la teología actual debería partir de la carta apostólica “Salvifici doloris” de san Juan Pablo II donde, de un modo magistral y siguiendo la patrística, el pontífice concluye que el dolor es realmente una vocación. En efecto, podemos unir nuestros pequeños dolores y sufrimientos a los dolores y sufrimientos de Cristo en la Cruz y accederemos al puesto de corredentores con Cristo. Por tantos, corredentores con María Santísima, que es medianera de todas las gracias.

En interesante que nuestra autora no sigue el rastro de san Juan Pablo II, sino el de Etty Hillesum quien había oído hablar de Jesucristo, pero, cuando llegó a Auschwitz se convirtió por un deseo expreso de Jesús en un instrumento en sus manos para llevar consuelo, paz y seguridad a los condenados, transmitiendo la convicción de que Dios estaba al lado de cada preso. Verdaderamente se dio en ella el camino de la corredención pues “el dolor que más duele no es el propio, es el dolor ver el dolor del otro y verse uno mismo en imposibilidad de disminuirlo o disiparlo” (28).

Etty Hillesum llegó con 29 años al campo de exterminio y algunos familiares y amigos y cargada de una juventud llena de experiencias, convulsa, judía. A lo largo de su vida había escrito un diario y un epistolario que se ha conservado en gran parte y gracias al cual hemos conocido el interior de su alma. Verdaderamente la transformación de Etty ha servido a personas de toda clase y condición como un faro del universo (11). A la vez la pregunta tantas veces realizada por ella y por otras personas “¿cómo es que Dios que es bueno y salva, consiente el sufrimiento?” (25).

En el antiguo testamento, el que conocía Etty el dolor es un castigo. En el cristianismo que se abre camino en su corazón a través del corazón de Jesús es vocación, corredención (27). De hecho, el propio Lactancia en el siglo III se preguntaba: “¿entonces de donde proceden los males y por qué Él no los elimina” (30).

Enseguida Rosana Navarro nos hablará del silencio, ese lugar del encuentro con Dios: “su presencia todo lo inunda (…). Dios vive en cada criatura (…). El silencio es un aprendizaje, es un arte, que requiere de la paciencia del aprendiz que busca crear y recrear desde la obra del maestro” (37).

Lógicamente, terminará nuestra autora por explicitar la importancia de la sabiduría: “es sabio quien sabe vivir y sabe ver” (44), para seguidamente conectarla con el sufrimiento y con el silencio (50) que vivió Etty Hillesum en Auschwitz (101).

José Carlos Martín de la Hoz

Rosana Navarro Sánchez, Sufrimiento, silencio y sabiduría. Claves de un itinerario vital desde Etty Hillesum, Fonte Monte carmelo, Burgos 2024, 111 pp.