Estos días del verano son muy propicios para la aparición de las llamadas “serpientes de verano”, es decir cuestiones que en otro momento y ocasión apenas tienen capacidad de desencadenar un debate, en cambio, ante la falta de noticias o la modorra veraniega que hace que la atonía sea total, solo es sobresaltada por los terribles y demoledores incendios o las cogidas en los encierros taurinos.
De hecho, algunos acontecimientos recientes protagonizados por alguna cantante en unas fiestas populares han llegado a despertar a algunas de las más famosas feministas y, lo que es peor, a enfrentarse con algunas otras de ellas, como si la gran Rigoberta Bandini no hubiera hecho lo mismo muchas veces desde que participó en el festival de Benidorm.
En primer lugar, es importante señalar que el movimiento feminista debería recuperar la unidad, pues las diversas tendencias que muestran están dañando el importante trabajo que tienen entre manos para alcanzar lo antes posible la convergencia y la plena igualdad y complementariedad por el bien de la propia humanidad.
Indudablemente, una de las cuestiones que altera el frágil equilibrio entre las diversas visiones del feminismo se debe a las diferentes visiones de la antropología que utilizan lo que afecta indudablemente al modo de presentarse habitualmente de la mujer en el espacio público. Lógicamente, en este punto hay un acuerdo total sobre la línea de separación entre el empoderamiento y el sometimiento machista inveterado y constante a lo largo de la historia.
Desde la revolución de mayo del 68, la moral sexual de la Iglesia ha debido hacer un gran esfuerzo de investigación, contextualización y de profundización en las raíces escriturísticas y de la tradición y del magisterio. De hecho, la vida moral que delinea la propia teología moral del Catecismo de la Iglesia Católica ha dado un paso de gigante cuando se enuncia como “la vida en Cristo” frente al planteamiento de una moral para la salvación del género humano.
Precisamente, cuando comienza el verano se vuelve a plantear la cuestión de la moral en las playas, piscinas y fiestas y festivales. Son temas que afectan a las raíces culturales de un pueblo antiguo y que se replantean y cambian periódicamente, en la vida social y en las costumbres de nuestras culturas y pueblos y tiene un límite y es el de la dignidad de la persona humana que toda mujer posee y debe favorecer.
Evidentemente, las costumbres y modas de cada época también van cambiando y lo que era elegante deja de serlo o viceversa, por tanto, las mujeres deben favorecer siempre que quede fortalecida la elegancia y la dignidad. Por tanto, nunca deberían presentarse en público como modelo despreciativo de “mujer objeto”. A la vez el hombre también debería mejorar en educación para no ver a la mujer de modo denigratorio. Como se ve son cuestiones de formación en el seno de la familia y de la escuela primaria.
José Carlos Martín de la Hoz