Todos estamos llamados a ser modelos e intercesores para nuestros amigos, familiares, nuestra gente. A la vez, el Espíritu Santo, en algunos casos, hace que esa fama de santidad y favores trascienda y llegue a una parte significativa del Pueblo de Dios, eso es un beato, o la totalidad del Pueblo de Dios, un santo. Eso sí, de manera espontánea.
Es espontáneo poner estampas, con permiso del capellán, en el banco de una Iglesia, en una salita de un hospital, en una ermita de la Virgen, es decir, en lugares donde la gente reza o donde una persona va a rezar y a pedir gracias del cielo, a veces urgentes, y donde el Espíritu Santo puede hacer que brote la conexión.
Un médico cirujano estaba buscando desesperadamente su cartera un domingo en su casa y no aparecía. Se le echó el tiempo encima y se fue corriendo a Misa a la parroquia. Al llegar tarde se tuvo que quedar atrás junto a la puerta. Seguía pensando en su cartera y, de repente, vio en una mesita la estampa de un siervo de Dios: era su inconfundible profesor de Patología General en la Universidad. Entonces se dirigió a él: “Eduardo, ya sabes cómo es nuestra vida, no tengo tiempo esta semana de ir a renovar todos los carnets que tengo. ¡Encuéntrame la cartera!”. Cuando volvió a casa estaba en el primer cajón de la mesa. Desde entonces acude a él para todo.
¿Qué debemos hacer para dinamizar una causa? Lo que siempre hemos hecho, pero con renovada fe. De hecho, cuando nos acostumbramos a pedir con fe a los santos las cosas sencillas de nuestro día a día y, ellos siempre acuden a ayudarnos, el Espíritu Santo, hace que nuestra fe se robustece y terminamos pidiendo con fe el milagro, el imposible. Muchas veces cuando os oigan hablar de estas cosas la gente exclamará: ¿A mí porqué nunca me pasa nada? Pues, sencillamente, porque no pides nunca nada, y ahí está la clave: pedir, recibir y entusiasmarse.
Así pues, lo que hemos hecho siempre ha sido pedir a los que reciben favores, grandes o pequeños que los escriban enseguida y que lo cuenten a otros, a su familia, a sus amigos, a la gente de su confianza. Primero por justicia, segundo porque quien escribe le hacen más y tercero porque son eternamente agradecidos.
En segundo lugar, y este es un problema nuestro hay que publicarlos, hay que darlos a conocer y cuanto más lejos mejor. Aprovechar en los canales ordinarios: hojas informativas, estampas, paginas web, desahogos, dirección espiritual, charlas y catequesis. Libros, folletos, un video corto, etc.
Siempre se ha recomendado el boca a boca, pues se trata de presentar un amigo a un amigo, eso requiere un clima confiado. Un amigo me dio. Un amigo me recomendó y entonces yo acudí a Dios por su intercesión.
Son tiempos de creatividad, de promover causas en la calle de hacer ver a los cristianos que los que están en proceso son personas de nuestro tiempo, de la puerta de al lado, que Dios nos los propone como modelos e intercesores para que hagamos amigos en el cielo que intercedan por nosotros y cuyas vidas nos resulten ejemplares, edificantes, rompedoras. Hasta llegar al culto público queda mucho espacio. Dios tiene sus tiempos, a nosotros nos corresponde difundir incansablemente.
José Carlos Martín de la Hoz